Mar del Plata: Por fín llegó "Jauja"

por © Martín Iparraguirre (Mar del Plata)-NOTICINE.com
Alonso y Viggo Mortensen presentaron por fin 'Jauja' en la Argentina
Los primeros días del 29 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata muestran la mejor versión posible de un encuentro destinado por naturaleza a democratizar la multiplicidad de placeres que puede brindar la experiencia cinematográfica: al marco inigualable que ofrecen el mar, la ciudad y sus instalaciones, se le suma la masiva presencia ciudadana que permitió el fin de semana largo, con calles, bares y salas repletas de cinéfilos o amantes pasajeros del séptimo arte que con sus presencia y entusiasmo ratifican el destino popular del evento. Pero de poco serviría que el microcentro marplatense parezca una fantasía cinéfila desbocada si no se viera respaldado por una programación a la altura de los desafíos, que en su variedad y riesgo aspire a encontrar espacio para todos los públicos.

Hasta el momento, las expectativas fueron cubiertas por algunas pocas películas que lograron sobrepasar todas las expectativas previas: una de ellas fue la que abrió la Competencia Internacional, decisión curatorial digna de ser celebrada, aunque la cinta haya pasado antes por unos cuantos festivales, de Cannes a Huelva, pasando por Toronto, San Sebastián, Karlovy Vary, Vancouver, Nueva York e incluso Valdivia, entre muchos otros. Se trata de "Jauja", el tan esperado como fascinante regreso del argentino Lisandro Alonso ("La libertad", "Los muertos") a la dirección, que con esta película parece lanzar su carrera a un terreno desconocido pero pleno de potencialidades.
Mitad reconstrucción histórica de un pasado ya mitológico de Argentina en clave (distorsionada) de género, mitad exploración personal de temas, climas y formas que obsesionan y particularizan a Alonso, la película confirma la existencia de una mirada radical que es capaz de captar al mundo como ninguna otra. Si bien la dimensión narrativa es aquí más fuerte que en sus películas previas, la trama de "Jauja" ideada por el escritor Fabián Casas no deja de ser mínima (aunque esta vez de indiscutible formato clásico): un capitán danés (interpretado notablemente por Viggo Mortensen, también presente en el festival), explora la Patagonia argentina en una misión desconocida en tiempos de la Conquista del Desierto, aunque un texto advierte al inicio que el título del film refiere a una tierra mitológica de abundancia y prosperidad que podría ser su objetivo.

Lo acompaña su bellísima hija adolescente junto a un pelotón local mínimo comandado por un oscuro teniente parco y resentido –que expresa con poca sutileza las tensiones políticas de la época–, que tiene segundas intenciones con la joven: no será él, sin embargo, la fuente de los desvelos del visitante, que a partir de que su hija se fugue con un joven soldado deberá embarcarse en soledad en una búsqueda demencial por el agreste desierto patagónico, con la presencia de los indios como amenaza latente. La película irá entrando en un terreno cada vez más enrarecido a medida que avance la travesía, con nuestro protagonista superado progresivamente por las condiciones de una naturaleza tan fascinante e hipnótica como inclemente, a lo que deberá sumar el rapto de su primogénita por parte de los salvajes, hasta que en cierto momento Alonso rompa radicalmente la estilizado diégesis que venía construyendo para instalarse abruptamente en el presente, con la misma joven disfrutando de una vida bucólica en algún castillo de Dinamarca.

Si el giro puede resultar chocante, no resulta para nada incoherente si se repara en la dimensión fantástica que venía construyendo la película, de un realismo paradójico: Alonso filma el mundo como un ente pleno de misterio, del cual busca extraer la mejor expresión posible a partir de la propia materialidad de los elementos que lo componen. Ya desde la apertura, con los personajes instalados en una lobería al lado del mar, casi cualquier plano que se tome semejará un elaboradísimo cuadro de un pintor excelso (lo que acaso justifica el formato 4:3 –similar a un cuadrado– elegido para el film), donde la presencia de los colores, la composición de la escena, la fidelidad del sonido y la profundidad de campo consiguen construir un universo de una expresividad radical, cuya fascinación reside en la íntima cercanía que establece con el estado puro de naturaleza, con la incertidumbre de unas vidas arrojadas a un territorio inhóspito, donde la civilización no tiene lugar. Especie de western existencial como se ha dicho, pariente cercano al cine del catalán Albert Serra, lo notable de "Jauja" es su capacidad para atrapar un mundo pretérito, cargarlo de significados diversos e inmediatamente vaciarlo, trastocarlo, extrañarlo, correrlo de cualquier aprehensión estándar, como si efectivamente de un mito se tratara: las potencialidades del cine en su máxima expresión diría quien escribe estas líneas.

Precisamente lo opuesto ocurre con el film iraní "Melbourne", de Nima Javidi, que parece programado en la misma sección para rellenar ausencias con pura corrección política: retrato veladamente inclemente de la miseria humana, la película narra la odisea de una pareja de clase media que justo el día en que se dispone a emigrar a Australia en busca de mejores condiciones de vida se encuentra con una tragedia prestada en su propio hogar. Ocurre que unos vecinos le han encargado que cuide a su bebé por unas horas, mientras ellos terminan de hacer las valijas y embalar sus cosas: en medio de ese fragor descubrirán que la criatura ha muerto. Película moralista hecha de trazos gruesos, a los protagonistas no se les ocurrirá mejor idea que mentirles a los propios progenitores del bebé para ver cómo pueden resolver la situación, lo que originará una espiral de tensión, enredos y paranoia que será potenciado groseramente desde el guion con la continua irrupción de diversos personajes en ese escenario aislado, que acaso intenta fungir como una metáfora de clase o de la perversión de la condición humana. Como sea, el film hace del desprecio su clave de lectura, con lo que se agigantan las chances de "Jauja" por obtener el lauro mayor.

Bastante más generosa y honesta es la propuesta que ofrece la brasileña "Ventos de agosto", de Gabriel Mascaro, estrenada ayer en la misma sección en lugar de la esperada "La chambre bleue" (El cuarto azul), del francés Mathieu Amalric, cuya proyección pasó para el jueves, una de las desprolijidades propias de un festival de la enormidad de Mar del Plata que se pueden perdonar. Cruza inextinguible entre documental y ficción, Ventos… retrata la vida de una comunidad costera de un pueblo perdido de Brasil a partir de una joven pareja de trabajadores de una plantación de cocos. Con un virtuosismo formal construido a partir de un uso notable del sonido y planos amplios de la naturaleza que resaltan el sensualismo de la vida en el norte brasileño, el film comienza como una exploración lúdica del trabajo artesanal en distintas versiones, que  pese a la condición social de sus protagonistas resulta amable y por momentos hasta idealista. La presencia de un sonidista que pretende estudiar al viento (compuesto por el propio director) comenzará a abrir la propuesta hacia nuevos horizontes, aunque pronto se truncará la empresa cuando aparezca un cuerpo en la costa que nadie sabe cómo tratar pues la policía no llega a buscarlo, presumiblemente porque allí no hay ninguna dirección postal. Película que roza los límites del costumbrismo y el realismo mágico "for export", con cierto desorden narrativo que conspira contra sus logros,  Ventos… propone sin embargo un acercamiento interesante a las experiencias de una comunidad totalmente apartada del mundo industrial moderno, donde a diferencia de "Jauja" la naturaleza sí ofrece condiciones de vida bucólicas que permiten otro tipo de relaciones sociales entre las personas, aunque por momentos la pobreza parezca sospechosamente idealizada.

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