Balance del Festival de Mar del Plata: El problema del juicio

por © NOTICINE.com
Fuegos artificiales celebran una nueva edición del festival argentino
Por Martín Iparraguirre

El Festival Internacional de Cine de Mar del Plata llegó a su fin tras nueve días de efervescencia cinéfila donde el cine fue celebrado en casi todas sus manifestaciones conocidas, gracias a un programa ecléctico y ambicioso que reunió 369 películas con actividades paralelas de primer nivel, para disfrute de un público que llegó de todas las latitudes y respondió en consecuencia, con visitantes extranjeros incluidos. Fue una fiesta a la altura del 60 aniversario que se celebraba, aunque no todas las secciones hayan colmado las expectativas previas, ni el palmarés final haya reflejado sus mayores riquezas, que tal vez permanezcan desconocidas para quienes no pasaron por la ciudad feliz.

Es el dilema que todo encuentro de este género debe resolver, independientemente de su tamaño e importancia: cómo elegir un jurado que esté a la altura de la propuesta ofrecida, partiendo del principio de que todo juicio estético depende de la formación específica de quien lo ejerce. Se trata de una cuestión central porque los premios establecen una categorización que funciona como una suerte de reseña del festival que construye una identidad pública al iluminar los que se considerará sus valores más importantes y ocultar otros: no será el mismo recuerdo que dejará esta 29 edición de Mar del Plata si el Astor de Oro se lo hubiera llevado "Cavalo Dinheiro", del portugués Pedro Costa, o "Jauja", del argentino Lisandro Alonso, como ostensiblemente merecían, que la película que finalmente ganó, la muy menor "Come to my voice", del turco Hüseyin Karabey, una obra tan pretenciosa en sus aspiraciones como pobre en sus concreciones artísticas.

El populoso jurado de la Competencia Internacional compuesto por seis miembros –una rara mixtura que unió al realizador Paul Schrader con el crítico chileno Manu Yáñez Murillo, la cineasta chilena Valeria Sarmiento (viuda de Raúl Ruiz), la actriz argentina Soledad Villamil, y los españoles Gerardo Herrero y Carlos Vermut, que al parecer fueron claves en la decisión final– privilegió así la corrección política y el conservadurismo estético al riesgo y la experimentación artísticas, al premiar a este film de tono costumbrista que narra las desventuras de dos mujeres –una anciana y una niña– de una pequeña aldea kurda, que enfrentarán la prepotencia del ejército turco para recuperar al hijo de una y padre de la otra, detenido por una falsa acusación de esconder armas. "No me interesa hacer una declaración política pura y dura sobre determinada situación (…). Por eso prefiero usar un dispositivo y una historia que provoque tanto risas como lágrimas, y que con suerte deje pensando al público cuando salga del cine", explica el director en el catálogo del encuentro, y si matizamos la primera oración –porque efectivamente es un alegato político explícito–, funciona como una declaración indirecta de los fundamentos del fallo.

Para completar el palmarés, el jurado otorgó el premio a Mejor Director de la competencia a Mathieu Amalric por "El cuarto azul", una correcta adaptación de la novela homónima de Georges Simenon sobre una infidelidad que terminará de forma trágica en un matrimonio de la aristocracia pueblerina francesa, interpretado por el propio director, mucho más conocido por su trabajo actoral. Sobrio, funcional y compacto, este drama sobre el deseo y el matrimonio, que hacia el final se transforma en un policial judicial, carece de todas formas del vuelo, el riesgo y la calidad de las películas de Costa o Alonso –o también de la del catalán Hermes Paralluelo, "No todo es vigilia", otra gran ignorada por el jurado –, que hubieran sido más pertinentes para el galardón. El premio especial a Mejor Fotografía para el director portugués, sin dudas más que merecido, suena así a un consuelo para lavar culpas, pues "Cavalo Dinheiro" era acaso la película del festival. Y el Astor de Plata al Mejor Guión quedó para "Le meraviglie", un promisorio debut de la italiana Alice Rohrwacher, que con cierto riesgo artístico narra los conflictos de una familia que vive recluida en el campo, intentando experimentar la utopía de la vida autosustentada, al margen de la sociedad. Por el lado de las actuaciones, se premiaron a dos de las peores películas de la sección: Park Jungbum por "Alive", un lacrimoso drama coreano sobre la miserable vida de un obrero de la construcción estafado por su patrón, y Negar Javaherian por "Melbourne", una película iraní que con mayor sutileza, pero no menos fruición, se hunde también en las miserias humanas con la historia de un matrimonio que decide ocultar la muerte de un bebé que tenían a su cargo. Y otra película interesante, la brasileña "Ventos de agosto", de Gabriel Mascaro, mereció una Mención Especial del Jurado. Era una selección despareja por la notable distancia que existía entre estas obras galardonadas y aquellas de altísimo nivel que ya destacamos, pero el jurado se inclinó por los films más pobres y convencionales, decisión que sin dudas terminará desmereciendo al encuentro.

Distinto fue el caso de la Competencia Latinoamericana, donde el jurado integrado por Andrés Di Tella, Cintia Gil y Boris Nelepo otorgó el premio a Mejor Película a la muy valiosa "Branco sai preto fica", del brasileño Adirley Queirós, que sí supo aunar compromiso político con experimentación artística y vocación lúdica: este documental fantástico inventa una trama y una forma cinematográfica para compensar las injusticias vividas por sus protagonistas, negros de clase baja reprimidos brutalmente en los años 80 por la policía estatal al punto de dejarlos inválidos, y orquestar una venganza ficticia contra el mayor emblema de las desigualdades brasileñas, la mítica ciudad de Brasilia, fantasía que parece constituir una feliz obsesión del director (que ya prepara una película de ciencia ficción sobre… la destrucción de Brasilia). Se podría decir que "Fávula", del argentino Raúl Perrone, merecía mayor suerte en la sección, pero al menos el film de Queirós está a la altura del galardón que obtuvo.

Por el lado de la Competencia Argentina, la película "Su realidad", de Mariano Galperin, se llevó el premio mayor de la sección, al ofrecer un retrato lúdico del músico Daniel Melingo en formato de "road movie"; en tanto que eligió como Mejor Director al argentino residente en Uruguay Adrián Biniez por "El 5 de Talleres", una comedia romántica más bien mediocre sobre un futbolista que decide retirarse a los 35 años, que basa todo su encanto en los actores Esteban Lamothe y Julieta Zylberberg, por el simple hecho de que son pareja en la vida real. También se entregó una Mención Especial para "Salud rural", de Darío Doria, sobre un médico que sostiene estoicamente desde hace 30 años un hospital de un pueblito ubicado en el centro de Santa Fe. Por lo demás, el cortometraje "Naranjas" del Colombiano Iván Gaona, se quedó con el premio principal de la Competencia Latinoamericana de cortos, y "Zombies", de Sebastián Dietsch, ganó en el apartado argentino, donde "Nueve segundos", de Gastón Siriczman recibió una Mención Especial.

Termina así un encuentro donde más de 130 000 espectadores –nuevo record de público–pudieron acceder al cine de todo el mundo y de todas las épocas, ya que el programa supera ampliamente a las competencias reseñadas, y por ejemplo ofreció hallazgos inigualables como películas de la época muda de Alfred Hitchcock o la retrospectiva del cineasta ruso Alexei Guerman, exponente de un cine que parece imposible de encontrar en el presente. Todo eso y mucho más fue Mar del Plata, donde por unos días cada quién pudo encontrar su exacta medida del cine y de la vida, que aquí resultaron ser uno mismo.

Sigue nuestras últimas noticias por TWITTER.