La cámara lectora: cine y literatura cubanos

'Papeles secundarios'
'Papeles secundarios'
Ya suman algunos los films cubanos basados en obras literarias; algunos son clásicos que al ser leídos por la cámara, devinieron semejante condición (o rozan muy cerca de ella); otros son piezas sencillas, apenas conocidas que se tradujeron en notables obras fílmicas; unas son de épocas pasadas, otras contemporáneas, traducidas en esa independencia estética que implica el trasvase a otro lenguaje, en este caso el del séptimo arte.

Lo cierto es que, complementando las jornadas por los Cuatro siglos de literatura cubana (cuyo evento acaba de finalizar), el ICAIC ha programado en la sala Riviera un ciclo sobre cine y literatura cubanos.

Es una buena oportunidad para quienes ya peinamos algunas canas (aunque las disimulemos) revisitemos muchos de esos títulos, pero sobre todo para que espectadores de las nuevas generaciones tengan acceso a estos encuentros, a veces felices, otras no tanto, entre textos librescos y fílmicos. Se trata de un ciclo ideal para estudiantes y profesionales de Filología, audiovisuales, ciencias de la comunicación y otras afines.

Desde el 13 y hasta el 19 del mes en curso, el público accederá en varias tandas a “Tulipa” (1967), de Manuel Octavio Gómez, quien bebió en las letras que plasmara Manuel Reguera Saumell en su novela “Recuerdos de Tulipa”, ubicada en la Cuba inmediatamente previa a la Revolución; “Aventuras de Juan Quin Quin” (1967), todo un clásico de Julio García Espinosa, quien revirtió el western canónico y el cine de género en una divertida sátira que partiera de “Juan Quin Quin en Pueblo Mocho”, de Samuel Feijoo. Y hablando de clásicos, no podría faltar la más célebre cinta del cine cubano, más allá de esa época fundacional en que se enmarca, “Memorias del subdesarrollo” (1968), conciliábulo entre Titón y su autor, Edmundo Desnoes, y uno de esos casos en que el texto fílmico (confesado por el propio escritor, en un acto que trasciende la simple modestia) supera el referente.

El recientemente desaparecido Humberto Solás era un enamorado de las letras, a las cuales gustaba de reflejar, ya fuera de modo irreverente e iconoclasta (como en su polémica “Cecilia”, de 1981, que partiera de la novela, homónima, más importante de nuestro siglo XIX, concebida por Cirilo Villaverde), ya algo más apegado a la fuente narrativa (“El siglo de las luces”, de Alejo Carpentier), mas en cualquier caso ofreciendo visiones personales e interesantes; pero ahí no se detendrán los vínculos entre imágenes ofrecidas por el realizador de “Lucía”: la novela “La esfinge”, de un significativo novelista de la llamada Primera generación republicana (década del 50 del pasado siglo), Miguel de Carrión, se transformó en “Amada”, con la colaboración en el guión de quien fuera su editor en muchos de sus films, Nelson Rodríguez.

Dentro de lo más contemporáneo (aún cuando los puntos de partida no lo sean tanto) estará una de los mejores títulos de los 80: “Papeles secundarios”, en el que Orlando Rojas mezclara teatro y cine cuando un grupo monta “Requien por Yarini”, pieza del dramaturgo Carlos Felipe; siguiendo con las tablas, Arturo Sotto adaptó libremente el drama “Jesús” del “maldito” Virgilio Piñera, transfigurada en su “Pon tu pensamiento en mí” (1995) y, como no sólo novelas, sino también relatos resultan buenos aliados del cine, dos de ellos  se convirtieron en importantes cintas de los 90: “Beatles vs Durán Durán”, de Mirta Yánez, que motivó a Fernando Pérez su excelente mediometraje “Madagascar” (1994) y “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, que valiera a Senel Paz el cotizado premio “Juan Rulfo”, y que él mismo transformara en guión para una de nuestras películas más internacionalmente concocidas y valoradas, “Fresa y chocolate” (1993), de Titón/Tabío.

Como se aprecia, hay de todo como en botica: letras que indagaron en su momento dentro de la historia y la sociedad, que toman el pulso del ahora mismo (o el que fue en el momento de la escritura), poéticas rebeldes y singulares, estéticas que encuentran de un modo u otro, continuidad y eco en las de otros artistas, los del lente, que no siempre adaptan fielmente, o lo intentan, sino que prefieren dialogar e incluso polemizar con su fuente libresca (a mi juicio, el mejor ejercicio de “traslación”). Eso y más podrá encontrarse en esta semana donde las imágenes literarias y fílmicas celebran varias de sus nupcias.