Francisco Avizanda debuta con un retrato del espionaje político franquista en los 50

Avizanda
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"Hoy no se fía, mañana sí", opera prima escrita y dirigida por el realizador de documentales y cortos navarro Francisco Avizanda, se estrena este viernes. Espionaje político, represión y deseos de supervivencia se unen en esta cinta sobre los duros años 50 del pasado siglo en España, años de plomo en los que la dictadura franquista sofocaba el más mínimo aliento democrático. Carolina Bona, Jesús Noguero y Albert Prat forman el triángulo protagonista de esta modesta producción vasco-navarra.

Así se expresa Avizanda:

- La película habla de la red de confidentes.
La que tejió el servicio secreto franquista. Me encontré con un personaje que me facilitó casi todo lo que necesitaba, porque se sabía poco sobre el SDPG, el Servicio de Documentación de la Presidencia del Gobierno. Este hombre es González-Mata, que dice haber conocido al dedillo el servicio secreto español de entonces. No tengo demasiadas dudas. Me facilitó toda la información necesaria. Entre esos entresijos apareció Gilda, la protagonista.

- La película es un retrato de mujer.
Que creo que sintetiza bien la época y el trayecto que siguió entonces buena parte de la sociedad. Además, Gilda es una metáfora del pueblo empobrecido de entonces, de lo que fuimos y en parte lo que somos y donde estamos hoy.

- ¿Cómo apareció la protagonista?
Estaba muy preocupado porque no la encontraba. Había visto docenas de actrices que rondaban esa edad de veintipocos. Actrices de más edad hay extraordinarias, pero pocas tan jóvenes. Tras meses de búsqueda, llegué un día a casa y vi un CD promocional que no había podido abrir antes. Busqué otro lector y esa vez funcionó. De inmediato me di cuenta de que era ella. La película lo confirma, y la opinión es unánime.

- Gilda es una mujer entre dos hombres.
Mujer entre perro y lobo. El sexo y la ambición suelen ir por caminos distintos. Me gustaba la idea del triángulo amoroso pero además, al desarrollar estos protagonistas, aparecieron en ellos las tres castas de nuestra historia: cristianos, moriscos y judíos. Me divertía que los tres personajes protagonistas representaran además esa condición latente, otra vez,
del pueblo que vive en la península desde tiempo inmemorial, y que acostumbra a resolver sus diferencias a garrotazos, o peor.

- Luego, hay dos iglesias.
En 1950, y antes, aparecen los curas obreros en Francia, que después se extienden por toda
Europa. Los primeros llegaron aquí al País Vasco, y se diseminaron poco a poco hacia el sur. Era la iglesia comprometida opuesta a la oficial, lo que luego fue el jesuita Ellacuría y el arzobispo Romero contra la reacción. Aquellos curas, con el PCE y otros pocos antifranquistas, fueron la semilla de la oposición que apareció numerosa veinte años más tarde.

- No se había tratado así ese periodo de los 50.
A mí me llegaron pasajes o historias terribles de los años 40 y 50 de la dictadura, insinuadas a veces, porque no se hablaba. Se supone que mucha gente rechazaba lo que ocurría, pero no se movió casi nadie bajo la amenaza de una represión inmisericorde, esa es la verdad. Había muy pocos demócratas activos.

- La situación política parece contar menos que el conflicto entre personajes.
Aquel panorama tremendo condiciona a los personajes, porque el miedo paraliza. Tenemos una conciencia o ideología, y pretendemos hacerla compatible con la desconfianza, la arbitrariedad en las dictaduras, que determina la vida cotidiana. Como los personajes de la película, cada uno debe afrontar o evitar ese miedo, no hay otra, pero eso no justifica la cobardía o la delación, que son siempre funestas. No sé incluso si se puede elegir. Es difícil si es entre vivir o vivir anulado, que no es vivir, claro.

- En la película no hay movimientos de cámara.
Alguno hay. Lo que creo que no hay son demasiadas dudas en el modo de acercarse a la historia, para bien o mal. Soy de los que creen que los balbuceos a la hora de contar suelen ser también balbuceos o quiebras morales. Ya ve, "no hay estética sin ética detrás" ni ética posible sin estética. Algo antiquísimo, pero no se suele advertir.