Colaboración: Tomás Gutierrez Alea y Humberto Solás, distantes pero unidos en Gibara

Humberto Solás y Tomás Gutiérrez Alea
Humberto Solás y Tomás Gutiérrez Alea
Por Juan Antonio García Borrero *

Es casi una tradición pensar en Tomás Gutiérrez Alea y Humberto Solás, como dos cineastas de estilos irreconciliables: algo así como la cara y cruz de una misma moneda. Para Titón abundan los elogios relacionados con la agudeza temática; para Solás, el enaltecimiento se asocia a una puesta en escena que deja ver influencias del mejor Visconti. Pareciera entonces que entre ambos autores no hay conexión alguna; que se mueven en órbitas totalmente distintas y distantes.

Sin embargo, la verdad es que a mí no me sorprende esto que ahora me cuentan: que Humberto Solas había decidido desde el año pasado que su festival de Cine Pobre le rendiría homenaje a Tomás Gutiérrez Alea. Es mas, eso me recordó aquella ocasión en que Solás participaba en uno de los Talleres de la Crítica en Camaguey, y menciónó en público la admiración que sentía por “Memorias del subdesarrollo”. De hecho, siempre he encontrado demasiados parecidos entre la escena inicial en que Sergio se mueve en medio del carnaval, y la también preliminar de “Un día de noviembre” en que Esteban igualmente es presentado al espectador en medio de un jolgorio colectivo.

Por otro lado, hemos sido testigos de ese giro que en las postrimerías de su carrera, propició que Humberto Solas defendiera un festival donde la ética va por delante de la estética. Pues bien, yo diría que Titón anticipó buena parte de esa cosmovisión humanista del cine; o si no leamos el siguiente fragmento de una carta que Alea le enviara a Alfredo Guevara en el lejano 1968, donde habla de la necesidad de fomentar lo que llama “cine marginal”, y que en espíritu coincide con el “cine pobre” defendido por Solás. Decía Titón en la carta:

“Será un cine en 16 mm (al menos por ahora y como consecuencia de factores: posibilidad de utilizar equipos ligerísimos que permitan al mismo tiempo grabar sonido directo, es decir, la cámara Eclair silenciosa, en sincronía con la grabadora Perfectone). Será un cine directo, sin ningún efecto especial, lo cual no quiere decir que la cámara y el micrófono deban operarse siempre sincronizadamente. A veces, muchas veces, deben complementar ambos el análisis de una realidad cualquiera (por ilustración o por contraste). Utilizará un personal reducidísimo: un director, un camarógrafo y un sonidista. En caso necesario, la utilización de luces será reducida a su más elemental expresión, lo cual supondrá el empleo de un solo hombre adicional”.

Ambos realizadores sabían que la esencia de un arte que busca perdurar en el ser humano (y no solo en los museos que después visitarán los grupos más ilustrados), ha de rastrear su forma de expresión más depurada, en la realidad desnuda de artificios. Titón y Solás, cada uno a su manera, se hicieron adictos a mejorar esa realidad.

(*) Juan Antonio García Borrero es crítico y escritor cinematográfico, autor de numerosos libros sobre el cine cubano y "agitador cultural" desde el Taller de la Crítica de Camagüey y su propio blog, La Pupila Insomne.