“La sociedad del semáforo”, una mirada cruda a la calle bogotana

La luz roja detiene la marcha de los coches y activa las ilusiones de quienes en esos segundos de pausa obligatoria consiguen su sustento de vida. Esas personas son las que retrata Rubén Mendoza en su opera prima “La sociedad del semáforo”, película que se estrena en Colombia este viernes 24 de septiembre en salas de Bogotá, Cali y Medellín.

 

La historia del film sigue a un hombre: Raúl Tréllez, un reciclador enajenado por la terquedad, la libertad absoluta y los caramelos. Está empeñado por lograr, con sus pocos conocimientos e improvisados dispositivos, que la duración de la luz roja del semáforo pueda ser controlada por él, el tiempo que quiera, para poder montar actos más largos entre malabaristas, lisiados y vendedores ambulantes y otros habitantes de un cruce de calles. En medio del delirio y la fantasía, el halo circense que recubre sus vidas se va convirtiendo en una sinfonía al desespero, a la desesperanza y a la anarquía.


Por el mundo que retrata y la forma cruda en que busca hacerlo, desde el inicio del proyecto se tuvo en claro que los protagonistas de la historia saldrían de la propia calle. “Cuando empezamos a leer las primeras versiones del guión decidimos que Raúl y todo el parche del semáforo debían ser actores no profesionales, que pudieran darle frescura y crudeza a las interpretaciones y que no tuvieran para nada rostros reconocidos”, dice la productora Diana Camargo.


Cabe destacar la presencia en el equipo técnico del director Luis Ospina, quien asume el rol de montajista como una suerte de enroque con Mendoza, quien hizo lo propio en sus films “La desazón suprema” (2004) y “Un tigre de papel” (2007). “Me sorprendió tanto como si me hubiera propuesto intercambiar parejas”, recuerda Ospina, quien se interesó por el reto que representaba tal oportunidad.


Ospina no pudo evitar ligar este film a una película que le tuvo como montajista 32 años atrás, “Agarrando pueblo”, de Carlos Mayolo, lo cual también le permitió encontrar una dinámica de trabajo apropiada: “Decidimos que la película se iba a editar a medida que se filmaba. Como era con actores de la calle, iba a haber mucha improvisación en el rodaje y mucha corrección sobre la marcha, en parte por la dificultad de rodar en las calles del centro de Bogotá la inmunda. Mientras pasamos las horas y los meses editando mis películas Rubén y yo trabamos amistad en más de una acepción de la palabra. En algunos de esas conversaciones me mencionó a “Agarrando pueblo” como una de las películas que lo habían impulsado a querer hacer cine. Yo siempre he dicho que lo que más educa es el mal ejemplo. De alguna manera “La sociedad del semáforo” es hija de “Agarrando pueblo”.

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