Crítica: "El grito en la sangre", una antigua venganza

Horacio Guarany protagoniza 'El grito en la sangre'


Por Edurne Sarriegui

Si uno mira su afiche lo primero que le viene a la mente es: “¡Una de vaqueros!...(o del Oeste, o un western...)” ¡Pues no! ¡Es una de gauchos! La cinta argentina “El grito en la sangre” está dirigida por Fernando Musa, quien se aleja totalmente de las temáticas tratadas en sus anteriores trabajos “Fuga de cerebros” (1998), “No sabe, no contesta” (2002) y “Chiche Bombón” (2004). El guion, escrito por Musa y Horacio Guarany (cantor y folklorista argentino), está basado en la novela “Sapucai” de este último. Se trata de una coproducción de San Luis Cine, dependiente del Ministerio de Turismo y de las Culturas de la provincia de San Luis, 3 C Film Group y Fernando Musa y, si bien fue filmada en el año 2008, ha tardado más de cinco años -sin que sepamos por qué- en lograr su estreno comercial.

Se trata de un rutinario drama sin sorpresas, de vocación tradicional y fiel al microgénero cien por cien austral, cuya acción se desarrolla en los años cincuenta en algún punto de la geografía litoraleña argentina (provincias bañadas por los grandes ríos de la cuenca del Plata). Un hombre es asesinado de un tiro que parte de la multitud mientras corre una carrera de caballos. Su hijo Cali (Abel Ayala) recibe el mandato familiar de vengar la muerte de su padre y parte siguiendo el rastro del asesino. En el camino encontrará a Don Chusco (Horacio Guarany), capataz de una estancia que le recibe como al hijo que no tuvo y le da trabajo. También encontrará el amor en Lucía (Florencia Otero),  la joven hija del estanciero. El tiempo que Cali pasa en “La Resbalosa” es un remanso de paz para su alma atormentada por la presencia del padre que clama por venganza. Así, no podrá permanecer allí mucho tiempo y de nuevo saldrá en busca del asesino.

La dirección de arte de Pepe Uría muestra una vívida reconstrucción de la vida cotidiana del gaucho. Contaron con el asesoramiento del propio Guarany que, hombre de campo, aportó una parte de su colección de avíos de hombres y caballos. La ropa, la manera de moverse, el lenguaje, las costumbres y las supersticiones, las destrezas criollas, las noches de pulpería (antiguo bar de campo), el trato entre hombres rudos, forman parte de la historia. El paisaje también toma protagonismo y está impecablemente fotografiado por Jorge Crespo.

Con tormentas que anticipan tragedias y gauchos que dirimen sus diferencias facón en mano, esta película de giros bastante previsibles mantiene el interés gracias a la buena factura técnica y a un elenco sólido, en el que encontramos a Ulises Dumont, fallecido poco después de filmarla.

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