Crítica: "El desafío", telenovela juvenil

'El desafío'


Por Emiliano Basile

La película argentina "El desafío" (2015), de Juan Manuel Rampoldi, que se estrena esta semana en los cines australes, tiene la forma de una telenovela juvenil, con todo lo malo que eso implica: personajes huecos, pésimas e histriónicas actuaciones (menos Diego Ramos, el único que se salva), y baches de guion -escrito por Alejandro Montiel y Mili Roque Pitt- que ni siquiera los reiterados recursos sonoros pueden solventar.

La superficial historia transcurre en el Tigre, en una isla del Delta, donde Juan (Nicolás Riera) y Hernán (Gastón Soffritti) -uno rebelde, relajado y de buen corazón; el otro histérico, egoísta y ambicioso- tienen un parador a punto de ser rematado. Su última esperanza es la grabación en el lugar del Reality Show “El desafío”, conducido por Willy (Diego Ramos). Julieta (Rocío Igarzabal), la joven y bella productora del programa, disputará su amor entre los dueños del parador.

La película es concebida como un producto al estilo “tira juvenil de Cris Morena”, pero extendida a noventa minutos de duración. Comienza con un humor básico pero funcional (de la mano del personaje de Darío Lopilato), y va perdiendo ritmo pasando por patéticas escenas de melodrama de telenovela de la tarde y diálogos insufribles. El problema no es lo básico de su planteo (Adam Sandler hace productos lamentables todos los años) sino la vaguedad en su resolución: hasta el hit que canta el protagonista, nada menos que la canción de la película, tiene siquiera letra, apenas un estribillo.

El formato es televisivo, no por nada hay dentro de la historia un programa de televisión y se utiliza su efectismo (recursos de cualquier Reality) para contar la película misma. Incluso muchas veces es la pantalla de televisión re encuadrada en la cinematográfica la ventana por la que vemos la historia. Como si el film no pudiese desprenderse de su dependencia.

Dicho todo esto, "El desafío" tiene dos puntos a favor: por un lado su fotografía, que trata de captar aunque sea con estética publicitaria, las puestas de sol en el Delta; y por otro la actuación de Diego Ramos, actuando felizmente de gay, un personaje con el tono caricaturesco que la película requería, una muy divertida mezcla entre Pachano y Polino. Lo mejor de una película para el olvido.

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