Crítica: "A Most Violent Year / El año más violento", corruptos y deshonestos

El año más violento


Por Imanol Salaberría

"El año más violento / A Most Violent Year", cinta dirigida por J.C. Chandor ("Margin Call / El precio de la codicia"), que se estrena esta semana en los cines españoles, tiene como protagonistas al guatemalteco Oscar Isaac, Jessica Chastain y un irreconocible Albert Brooks. La historia nos traslada a Nueva York en los años 80, concretamente 1981, considerado el año más violento en esta ciudad según las estadísticas. En ese contexto, Abel Morales (Isaac), un inmigrante hispano, y su familia, intentan sacar adelante su negocio mientras la violencia y la corrupción amenazan con destruir todo lo que han logrado hasta ese momento.

Es innegable que la cuidada estética del film y los diálogos, hacen de Chandor un cineasta inteligente, que transmite cuán en serio se toma el Séptimo Arte. Algunos de los planos que podemos disfrutar en la cinta, podrían recordar a un posible Hopper ochentero, de haber estado vivo en aquella época; por el color, la meticulosa elección de los detalles, y la puesta en escena en general. Sin embargo, la película puede resultar hasta cierto punto aburrida en su desarrollo, en la primera mitad sobre todo, ya que después va cobrando fuerza.

Con los personajes sucede algo parecido, las interpretaciones son impecables, Chastain en especial. Sin embargo, se mantienen a una distancia prudente del observador, difícilmente se consigue empatizar con ninguno de ellos a lo largo de la película, por el esfuerzo que Chandor ha puesto en su ambiguedad, aunque cerca del final haya un cierto acercamiento hacia los protagonistas, que empiezan a mostrar menos rigidez que al principio. Puede que esa distancia fuera algo intencionado por el director, sin embargo provoca que el seguimiento de la película sea más tedioso al empezar.

El realizador se empeña en huir de un planteamiento típico de "buenos y malos", subrayando que dentro de que su protagonista, Abel Morales, intenta conducir su ascendente negocio de carburantes dentro de unos márgenes de relativa honestidad profesional y de competencia leal, está lejos de ser un compendio de virtudes, y la ambición que le consume no se detiene ante consideraciones morales estrictas. Su mujer, Anna, por su parte, a la hora de manejar los libros de contabilidad, tampoco elude trampas, llegando a silenciar las manipulaciones a su propio marido. Queda al final la sensación de que los Morales no son los tiburones más despiados del estanque, pero tampoco simpáticos pececitos de colores.

De todas formas, se puede englobar el film como una cinta bella, una forma de hacer cine con mucho amor por el arte y por la fotografía, una seriedad e inteligencia a la hora de contar historias, que a veces se echa de menos por parte de los grandes estudios de Hollywood. En mi opinión, cineastas como Chandor no deberían dejar de crear películas, y espero con ganas y respeto sus futuros trabajos.

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