Crítica: "Showroom", vivir de apariencias

Peretti, en 'Showroom''


Por Edurne Sarriegui

La primera obra de ficción del documentalista argentino Fernando Molnar ("Mundo Alas", "Cuba plástica", "Rerum novarum") se estrenará esta semana. Coescrita por su director, Lucía Puenzo y Sergio Bizzio, "Showroom" es una comedia un tanto agria que habla de la necesidad de mantener las apariencias. Las cosas no van bien para Diego (Diego Peretti). Acosado por las deudas y desempleado reciente  se ve obligado a pedir ayuda una vez más a su tío (Roberto Catarineu). Éste le ofrece mudarse a una casa que posee en el Tigre y un trabajo como vendedor en el showroom (piso piloto) de un edificio que tiene en construcción en el porteño barrio de Palermo. La mudanza se produce con la oposición de su esposa (Andrea Garrote) y de su hija adolescente.

El Tigre, conformado por multitud de islas y canales del delta que el río Paraná forma en su desembocadura en el amplio Río de La Plata, no puede estar más alejado de las aspiraciones de la familia. El carácter rústico del lugar y sus habitantes  distan mucho de la sofisticación a la que aspiran nuestros protagonistas. Locación de moda últimamente en gran cantidad de producciones argentinas, se encuentra situada a más de treinta kilómetros de Buenos Aires. Su particular geografía añade la necesidad de hacer una parte del viaje en algún tipo de embarcación, lo cual alarga el tiempo empleado en los desplazamientos. Diego, sometido a los rigores de las distancias y del competitivo mundo de las ventas pero con el objetivo claro de volver a la ciudad se olvida de todo lo demás. Incluso de su familia.

El personaje de Diego Peretti carga con el peso de la narración. En una interpretación destacable y con economía de gestos compone un hombre inexpresivo y reconcentrado que no puede percibir nada de lo que está ocurriendo a su alrededor si no tiene que ver con su propósito.

Palermo Boulevard, el edificio en venta, es la metáfora perfecta para el sueño de Diego. La torre en construcción y el pequeño apartamento armado como muestra en el que nada funciona y todo es falso, como los muebles y la vista desde la ventana, ilustran el subtítulo de la película: "La vida que soñaste ya no es un sueño".  

El ritmo de la historia decae al promediar la cinta cuando el protagonista, sometido a la presión de sus competidores y a las exigencias de su empleador, entra en una rutina  de viajes y largas horas de trabajo. El metraje conciso de setenta y ocho minutos respeta los tiempos como para no caer en lo tedioso.

"Showroom" es una obra que lanza una mirada cínica sobre esos sueños que no son tanto propios como impuestos por el entorno de ese grupo social al que muchos aspiran pertenecer. Sin grandes sorpresas o giros en su trama se limita a presentar el problema y sus consecuencias. Consecuencias que el público alcanza a suponer pero que el protagonista parece no registrar.

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