Crítica: "A orillas del mar", necesario y poético vuelco al drama social


Por José Rafael Sosa

"A orillas del mar" (2016), de Bladimir Abud, drama social dominicano impecable que se estrena este jueves 4 en salas nacionales, es una pieza de cine dotada de los dones de un quehacer realizado con el cuidado del ojo crítico y la mano creadora de un joven director que se ha tomado en serio su labor como artista responsable de producir emociones y elaborar un mensaje que permita pensar sobre la unidad de la familia, tintando su contenido con un garrafón dramático que hace sus galas en la gran pantalla. La película es de Producciones Coral.

Es una película intensa y fuerte que se  regodea  en la exposición detallada de sus escenarios, personajes y locaciones, para atrapar al espectador en un panorama de escenas que habrán de permanecer por mucho tiempo en el imaginario  colectivo y con parlamentos igualmente supuestos a quedarse: "Yo quisiera volver al campo. Pero no me gusta estar solo"  dirá Sony Kelly, el sorprendente niño protagonista de la historia.

Una de las características de "A orillas de mar", es el fuerte componente actoral/profesional, que permite disfrutar de actuaciones orgánicas y auténticas.

A la calidad y trayectoria del cine dominicano le convienen los retos del cine de arte, del hecho a conciencia, ése que no piensa en primer lugar en la boletería y que persigue dejar conceptos en el marco de un cuidadoso montaje audiovisual que, al final del camino, es lo que habrá de permanecer cuando se haga balance y se pregunte a cada quien, en la industria, qué uso se dio a sus talentos.

Bladimir Abud sobrecogió al público que asistió a la premiere de "A orillas del mar", con una regia puesta en escena, que a más de un espectador, condicionado por la edición relampagueante del cine de acción de extracción norteamericana, pareció lenta, pero que en realidad desarrollaba el ritmo preciso de una obra de arte con intención y sello de permanencia.

Con una fotografía que saca lo mejor de la naturaleza viva de Samaná, en sus contornos montañeses y su mar enmarcando el inicio de la historia, un universo sonoro que debe ser uno de los mejores logrados en el cine criollo y un concepto estudiado en su dirección de cámaras, "A orillas del mar" resulta una bocanada de aire fresco, un cine de estatura internacional  y un ejemplo de coherencia de un director que tiene conciencia exacta de lo que es su papel como intérprete de su tiempo.

Vinculando el poder interpretativo de actores profesionales (Cheddy García, quien se lleva las palmas nueva vez como cariz dramático, Teo Terrero, que supera lo que hizo en La Gunguna, Richard Douglas y Antonio Melenciano, artísticamente creíbles y auténticos como los toscos pescadores para rematar con una Lidia Ariza que el cine se había estado perdiendo, hasta ahora, junto al trabajo sorprendente de diez actores naturales que nunca se había puesto delante de una cámara), Bladimir Abud ofrece una sinfonía cinematográfica de altos vuelos, encabezados por Sony Kelly, un adolescente samanense que aceptó la responsabilidad de ser eje conductor de la historia.

La cinta no es fácil de digerir por escenas muy crudas, utilizadas por el director para denunciar las condiciones de vida de los sectores urbanos más empobrecidos, para dar a conocer las aberraciones sexuales, el abuso infantil, el exceso en la brutalidad policial, y la doble moral enmascarada, sólo a veces, por los "ríos de agua viva".

Es un cine responsable y sin convenciones preestablecidas que habla del ser nacional popular tal cual puede ser, como radica en su crueldad e injusticia. Un autorretrato valiente y una perspectiva que ofrece justificación total de cuando el cine es reflejo y eco de nuestras miserias. Un poderoso mensaje para preguntarnos cuál es el modelo de familia al que se debe aspirar.

Una propuesta para ser vista y analizada por la comunidad por el atrevimiento de presentarnos tal cual podríamos haber sido en el sórdido mundo de pobrezas, debilidades, desviaciones y búsqueda del apoyo del apoyo familiar. Una película que es denuncia, reto y aspiración colectiva, todo en el menjurje bien logrado de un elegante y preciso uso de los recursos del cine mejor entendido.

El drama de Abud ha sido selección oficial del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (2015), el Festival de Mar de Plata (Argentina) y el Festival Internacional de Cine de Curazao.

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