ESTRENO COLOMBIANO: Oscar Campo Hurtado escribe sobre "Yo soy otro"

Por Oscar Campo Hurtado (*)

La escritura del guión de "Yo soy otro" y su realización fue difícil, tanto por los esfuerzos en producción como por la lucha en el terreno estético por encontrar un tono de ficción a una serie de preguntas y razonamientos que se plantean hoy fundamentalmente desde la filosofía, los estudios políticos y las ciencias sociales. Preguntas que tienen que ver el inconsciente político y las nuevas conformaciones de la subjetividad en un mundo globalizado, en el que el sistema capitalista triunfante parece un espacio ilimitado, sin alternativas.

Un mundo en que todas las singularidades (las especies, los individuos, las culturas) han pagado con su muerte la instalación de una circulación mundial. Un mundo al que se respondía en los años noventa con el sueño feliz del multiculturalismo, con la aceptación políticamente correcta de “lo otro” negro, gay, mestizo, en el espacio no cuestionado de un capitalismo que había vencido como proyecto histórico y que se preparaba para una paz de quinientos años como un orden universal imperial sin fronteras ni límites. Un mundo y un sueño que aparecen menos probables hoy, después del once de septiembre, cuando vemos multiplicarse las fisuras y, tras la ola de intoxicación moral y política que se desprendió, aparecieron, con la guerra contra el terrorismo, una serie de clones de subjetividades políticas que se creían sepultados tras la segunda guerra mundial y el derrumbe del muro de Berlín.

En el inconsciente político del hombre de comienzos del siglo XXI flotan los espectros del fascismo y el comunismo, al que han venido a sumarse el islamismo y los delirios de toda clase de cruzados. Esas fuerzas que creíamos sepultadas están también en el corazón mismo de lo mundial, en todas las convulsiones actuales. El terrorismo, como los virus, brota en todas partes, como una respuesta al poder concentrado del capital, como una enfermedad incurable que se propaga vorazmente en respuesta a los excesos de tanto poder concentrado. Como diría Baudrillard, vivimos una “guerra fractal de todas las células, de todas las singularidades que se rebelan en forma de anticuerpos”, “porque es el mundo mismo el que se resiste a la mundialización”. Porque es ésta la que ha fomentado toda esa violencia en virtud de su poder insoportable y por lo tanto, toda esa imaginación terrorista que, sin saberlo, nos habita a todos. El terrorismo aflora como posibilidad en la conciencia de cada uno de nosotros, ya que nadie pude no soñar con la destrucción de ese poder, haciéndonos sus cómplices; pero es también una potencia que es repelida a la vez por lo inaceptable desde la conciencia moral. Conflicto universal que se instala en la mente de cada uno de los que habitamos esta superpotencia en convulsiones.

Mi deseo es hablar de esos grandes cambios en el contexto de una ciudad periférica del imperio, de una ciudad ubicada en el eslabón más débil de la cadena, en un país que se deshace, cuyo Estado ha estallado y en cada uno de sus fragmentos podemos encontrar un clon de los conflictos que han motivado su estallido. Un país en el que se inició hace cuarenta años una guerra campesina y tiene hoy un conflicto extendido que lo configura como una guerra civil al interior del imperio.

Y he escogido contar una ficción como vehículo para hablar de estas inquietudes. Durante veinte años he realizado documentales en los que he querido argumentar, a manera de ensayos audiovisuales, una serie de reflexiones que tienen que ver con mi entorno pero en el contexto más amplio de los cambios sucedidos en un orden global durante las dos últimas décadas. Esta vez la apuesta fue por contar un relato que utilizara los elementos estéticos de las narraciones actuales con mayor visibilidad en la cultura del espectáculo, de mayor potencial comunicativo, caracterizado por estructuras convencionales de narración con una estética visual en la que predomina el fragmento. Relato centrado en un personaje, José, cuya conciencia está estallada, pues en su cabeza anidan otras cabezas que luchan por tener la hegemonía de los pensamientos y las acciones. El personaje de esta ficción es un yo vacío, pero cargado de yoes que están en conflictos éticos y políticos.

El cuerpo del relato visual está atravesado permanentemente por clips que producen cortocircuitos en la narración, que son como una maleza, como un virus que invade el curso normal de la historia. Algunos obedecen a la figura metafórica de la repetición- variación propia de la música de un mundo electrónico. Pero también hay otras figuras metafóricas que muestran ese mundo invadido por unos virus que se filtran por los intersticios de ese universo mental e histórico en descomposición.

(*) Oscar Campo Hurtado es guionista y director de "Yo soy otro", film que se estrena en Colombia este viernes, y que se describe como una farsa del inconsciente, una mezcla de comedia negra, de thriller y de historia fantástica, siendo a la vez un alegato por la democracia, en contra de la guerra y de la militarización de la sociedad. Su historia se desarrolla en la ciudad de Cali, Colombia, en el año 2002; allí José González, un ingeniero de sistemas, descubre un extraño sarpullido en su piel que avanza por todo su cuerpo, lo cual le empuja a querer quitarse la vida, pero en ese mismo momento es sacudido por la violenta explosión de una bomba colocada en la vecindad. Esa noche y durante los días siguientes, José descubre muchos dobles suyos. Como si el extraño virus hubiera multiplicado hasta el infinito su ego, como si hubiera mutado a distintas personalidades. Pero estos otros Josés están infectados y se multiplican, se enfrentan y se empiezan a matar entre si en interminables luchas fratricidas.