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Crítica: "Acorralados", las consecuencias del corralito

'Acorralados'
Por Emiliano Basile

El film argentino "Acorralados" (2010) iba a llamarse "Verano amargo" y comenzó su rodaje bajo la dirección de Juan Carlos Desanzo ("El polaquito", 2003) en la ciudad de Villa Mercedes, San Luís. Por motivos que desconocemos la película que se estrena esta semana en la cartelera porteña aparece firmada por Julio Bove, productor y guionista de la misma. Datos que al menos anticipan los problemas cinematográficos que el film expone en pantalla.

Federico Luppi es Don Antonio, un jubilado desesperado por ver congelados sus ahorros en la crisis de 2001. Un buen día decide, granada en mano, instalarse en el banco hasta que le devuelvan “lo que corresponde”. Allí se dará una situación de toma de rehenes. El gerente del banco es interpretado por Gabriel Corrado, el jefe de policía por Gustavo Garzón y uno de los ahorristas por Esther Goris.

Las producciones de San Luís Cine se caracterizan por tener en su reparto actores de renombre y enmarcarse en el cine de género, simulando un estilo propio de décadas pasadas. En esta intención noble por “llegar a la platea” los films suelen hacer agua por los mismos motivos que cayeron en desuso hacia finales de los años noventa. Acorralados no es la excepción.

Las inconsistencias argumentales, la falta de pulso narrativo, la pobre elección de planos para presentar cada escena, los diálogos inverosímiles, van en sentido diametralmente opuesto a las pretensiones temáticas de la película. "Acorralados" pretende contar una historia con moraleja, con mensaje, dejar una enseñanza en tiempos de crisis. Nada de eso ocurre, pues ni el elenco de renombre logra salvar al proyecto de sus propios desaciertos.

Lo anecdótico es que el exceso de errores es tal que la película pega la vuelta. Es decir, la utilización de clichés como por ejemplo la música de piano en los momentos supuestamente conmovedores, o las actuaciones desmedidas (¡y en primeros planos!), dejan a "Acorralados" al borde de la parodia.

Ahora si no nos tomamos a la película en serio, sino como mero entretenimiento y tratamos de divertirnos con cada falla, hasta podemos llegar a pasarla bien frente a una representación cursi de un drama social argentino como lo fue el corralito.

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