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Festival de la Habana: de otras latitudes

'De vrais mensonges'
En la 33 edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana las salas que proyectan cintas no latinoamericanas, insertas en las muestras internacionales o el Panorama Contemporáneo, acarrean tanto público como aquellas que pertenecen al área, sobre todo las que compiten por los anhelados corales. Revisemos algunas de ellas.

"Limbo", por ejemplo (Noruega/Dinamarca/Suecia), dirigido por una mujer (María Sodahl), es un título bien atendible: discursa en torno a  las cónyuges de diplomáticos fuera de sus países, y sigue a Sonia, quien llega a Trinidad y Tobago para reunirse con su esposo; la cinta deja bien claro que, tras la agenda de cócteles y recepciones, hay otras realidades que distan mucho del oropel y el fasto de aquellos: infidelidades, frustraciones, decepciones, y  sobre todo, el abrupto contraste con los nativos –para los cuales el mundo es apenas el área de sus difíciles trabajos- llevan a estas mujeres a las crisis más profundas, a veces –como ocurre con una colega- irreversibles. La directora pulsa el tema con delicadeza y riqueza de matices, mediante un tempo lento que, sin embargo, incorpora a un espectador participativo y cómplice; meritorias actuaciones coronan de oro el trayecto.

Una de las muestras que mejores títulos está presentando es la polaca: el que la abrió "Bautismo", de Marcin Wrona, gira en torno al reencuentro de 2 amigos, uno de los cuales, visitado por el otro, tiene una hermosa mujer, un buen trabajo y una casa espléndida, pero los fantasmas de su pasado, en los cuales se insertará peligrosamente el colega, amenazan con arruinarlo todo. Un sólido estudio de caracteres y ambientes encontramos en este film sórdido, cáustico y a veces brutal donde la angustia de lo inminente se insinúa y desarrolla con mano maestra por parte del director, sabio también la dirección de actores (Wojciech Zielinski y Tomasz Schuchardt en primer término); triángulo amoroso que trasciende los lugares comunes para erigirse en reflexión ontológica y social, demuestra la continuidad en la excelencia del cine polaco de aquellos años esplendorosos.

Como lo hace también "Pequeño Moscú", de Waldemar Krystek; en la ciudad donde se ubica la mayor guarnición del ejército ruso en Polonia, se desarrolla una intensa historia de amor entre la soviética Viera (mujer casada) y el polaco Michal, durante las celebraciones por el cincuentenario de la Revolución de Octubre; muchos años después, la hija de tal relación y el marido de ella, rememoran los hechos y tratan de encontrar su esencia; el director insiste sobre todo en el aspecto humano del asunto, si bien no deja de mostrar los conflictos sociopolíticos del momento, e ilustra acerca de cómo puede manipularse (y politizarse) todo. Una soberbia reconstrucción epocal, una sólida caracterización de personajes (asumidos por un profesional elenco de ambos países, encabezado por Svetlana Khodchenkova, Leslaw Zurek y Dmitri Ulyanov ) y un sobrio tratamiento de los diversos elementos compositivos del texto, descuellan en este filme donde acaso se echa de menos un mejor desarrollo del montaje –no siempre hay una feliz alternancia de los tiempos narrativos- pero que constituye una muestra al canto de cómo hacer un cine profundamente contemporáneo revisando el pasado, de cómo abordar una historia amatoria libre de convencionalismos, dentro de un sujeto histórico.

Otra muestra motivadora es la Quebec. "Mamá está en la peluquería", de la célebre suiza-canadiense Lea Pool  (Anne Trister, Lost and Delirious, Emporte-moi…).discursa en torno a las preocupaciones habituales de esta realizadora –la diversidad sexual, sobre todo femenina, extensiva a un acercamiento a las diferencias en general,  el complejo mundo de la adolescencia y la juventud, el universo de la familia particularizando en la situación de las mujeres-  se encauza aquí con otro de esos ibsenianos “portazos de Nora” que resuenan en el verano de 1966, cuando en pleno disfrute vacacional, la madre de 3 hijos, uno de ellos con ciertos problemas de conducta, descubriendo infidelidad conyugal se marcha a Londres dejando todo atrás;  sin embargo, el punto de vista que rige la diégesis es el de la mayor de los muchachos y única hembra: Elise, quien debe hacerse cargo de todos.

Con su habitual agudeza sicológica, y la facilidad para captar ambientes grupales dentro de los cuales desarrolla historias particulares, Pool (aunque no siempre hay dado en el clavo) se eleva esta vez a sus mejores momentos: los despertares adolescentes, la relación siempre compleja con los adultos, el mundo con frecuencia torcido de ellos que incide negativamente en sus descendientes, se plasma en un relato que  desde sus escenas iniciales incorpora al espectador: notablemente insertadas las subtramas que para nada afectan –al contrario- el discurso central,  con perfecto trazado dramatúrgico y caracterológico y muy bien proyectadas actuaciones, en especial los niños (Marianne Fortier como Elise, en primer término, seguida por Hugo St-Onge-Paquin en tanto Benoit, su hermanito “problemático”).

También llama la atención "Yo maté a mi madre", escrita, dirigida y protagonizada por el joven cineasta canadiense Xavier Dolan; una al parecer irreversible incompatibilidad de caracteres une a Hubert Minel y la autora de sus días; él es gay, y contra lo habitual en las relaciones materno-filiales dentro de los varones con tal orientación sexual, lo estremece una especie de amor/odio a veces entendible, otras no; de cualquier manera, su vida se torna angustiosa y doblemente difícil ante la actitud (a su juicio) manipuladora y chocante de su madre. Estimable diseño de personajes –sobre todo los centrales- y una jugosa almendra filosófica, desde la perspectiva autoral, encontramos para celebrar en este film que, sin embargo, se ve lastrado por cierto alargamiento de la historia, y un no del todo resuelto montaje, que mezcla acronológicamente la narración sin mucho tino, tornando un tanto confuso y anárquico el metraje, a pesar de lo cual, nos incorpora con no poca complicidad a su trayecto, motivados además por las muy notables actuaciones del propio Dolan y Anne Dorval  como su “señora” mamá.

Ellos reaparecen en "Los amores imaginarios", que cuenta también con la firma directriz de Dolan. El clásico triángulo amoroso (mujer y dos hombres) reviste ahora ribetes de diversidad sexual; esta vez, no son ellos los rivales sino Francis y Marie, mientras Nicolás será “ese obscuro objeto del deseo” que pone en peligro la vieja y sólida amistad de aquellos. Sin el amarre ni la fluidez del título anterior, esta vez el joven cineasta se embarca en un montaje paralelo, con una suerte de reportaje sobre distintas relaciones eróticas, que le restan cohesión al film, también algo torpe en su desarrollo, a pesar de lo cual, emite propuestas estéticas y conceptuales bien sugerentes.

Otros títulos que merecen relieve son: "Una mujer en Africa", de Francia, dirigida en 2009 por Claire Denis (Chocolate, El intruso…  )… Luchas intestinas entre rebeldes y el ejército, un líder disidente conocido como El Boxeador, niños que deambulan y parece que juegan a la guerra en algún lugar del negro continente, constituyen el marco de este film titulado originalmente "White material" (así llamaban los nativos a los blancos establecidos allí, y una vez más nos quedamos con la eficiencia y correspodencia diegética del título real) y en el cual la obstinada dueña de una plantación de café se resiste a abandonar el país y volver a su Francia natal pese al evidente peligro que envuelve a ella y a su familia.  Hay cierto retraso en el desarrollo del conflicto, esto es, una primera parte excesivamente morosa, y ciertos personajes secundarios que, o no se desarrollan lo suficiente (el Boxeador, el marido y el suegro de la protagonista) o que actúan de modo un tanto incoherente y desconcertante (el hijo). Hay, de todos modos, que aplaudir la conseguida atmósfera de zozobra y anarquía, el encontronazo irreconciliable de dos modos de concebir el mundo, la fotografía y la música de excepción y ¡faltaba más! la actuación, siempre superlativa, siempre sacudidora de Mme. Isabell Hupert, grande entre las grandes fuera y dentro de su país.

Una madre con su hija, propietaria de una peluquería en un hermoso pueblo marítimo de Francia, protagonizan la deliciosa comedia "Una dulce mentira" (2011, Pierre Salvadori), donde cartas de amor anónimas y presuntamente salvadoras, ocasionan inimaginables trastornos y enredos propios de este tipo de cine, mas el director - también coguionista- se las ingenia para que el ingenio, valga la redundancia, no falte: soluciones imaginativas, fluidez en el ritmo y la narración, diálogos y personajes agudos, predominan aquí, pero poco serían sin los maravillosos desempeños… Sí,  "De Vrais Mensonges" (mejor el título original) es sobre todo, una comedia “de actores”, para ser más precisos, de actrices: las célebres Nathalie Baye y Audrey Taotou  “se roban el show”, aunque no queda a la zaga Sami Bouajila, destacado histrión de antepasados magrebíes que encontramos con frecuencia en el cine francés…

“Neo neorrealismo” pudiera ser un término adecuado para calificar un título como el italiano "Malavoglia", de Pasquale Scimeca: muchos actores no profesionales, ambientes sórdidos captados en un  estilo cuasi-documental, énfasis en la penumbra, etc, y en efecto, más de un momento evoca la etapa gloriosa de esa cinematografía en una historia de pescadores sin barco, desempleo, inmigrantes, hijos conflictivos, negociantes inescrupulosos y romances interétnicos que al principio se observa, desde su coralidad, difusa y tan borrosa como la bruma que oscurece el mar –uno de los escenarios protagónicos-, para después levantar anclas y llegar a buen puerto (siguiendo con la metáfora marinera).

Ya se ha visto mucho pero aún falta no poco por ver, disfrutar y… comentar. Prometido.

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