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Colaboración: Una película para Fidel

'Conducta'
Por Sergio Berrocal *

El cine se inventó para que los pobres de corazón, de entendimiento y de sinrazón pudiesen soñar. Para que los buenos fueran mejores y los bandidos pudiesen arrepentirse de sus maldades. Desde los obreros que salen de la fábrica de Lyon, comienzo de la epopeya cinematográfica gracias a los hermanos Lumière, hasta “Conducta”, premiada ahora, ahora mismo, en el Festival de Cine de La Habana, la cámara permite ahuyentar las preocupaciones más dolorosas y esperar una vida mejor.

Ya es un tópico decir que “El ladrón de Bagdad” o “El ladrón de bicicletas” han ayudado a sobrellevar la vida a millones de personas, a millones de desgraciados que en el mundo somos..

Ahí quedan para siempre jamás los actuales revienta esperanzas del cine norteamericano que encuentran gozoso meter al espectador, previo pago de una entrada que los hará ricos, y que enturbiará las mentes de sus víctimas, en abominables estupideces donde prima “el ritmo” de la violencia, la sordidez de la concepción misma de lo que ellos creen es cine.

El cine nació para que la gente pudiese esperar una realización de sus aspiraciones. Incluso ha servido para aprender. Para formar los sentimientos. Para borrar la estupidez y educar el gusto artístico.

Todo eso era el cine.

Este año, aunque ya nadie esperaba nada, Cuba ha vuelto a sorprender con una película, “Conducta”, que hace tiempo que la gente conoce en el extranjero y que no es más que una lección de moral, no de la moralina socialista con cigüeñas cinematográficas que surcan el cielo azul bajo la mirada gozosa de unas bellísimas muchachas revolucionarias.

Gracias a lo que no tiene la menor gracia, a la globalización, a la caída del comunismo, a la maravilla de nuestros gobernantes a nivel planetario, muchas de esas dulces muchachas, o de sus descendientes, ejercen probablemente hoy el oficio más viejo del mundo en el rico y trapisondista Occidente.

Y las leales y bellas cigueñas ya ni se sabe dónde están.

Tal vez se convirtieron en aceite de oliva para los exquisitos gastrónomos japoneses..

Cayó el comunismo y empezó el reino absoluto del diktat de Estados Unidos.

La tierra se llenó de conflictos provocados: Siria, Irak, Afganistán, Palestina, y este y el otro y el de más allá. Sin hablar del Africa a la que hemos dado incluso el privilegio de tener las más bonitas enfermedades para que miles de funcionarios hagan su agosto en la tranquila Suiza.

Cuba necesitaba verse de nuevo retratada en la pantalla, con ese muchacho de “Conducta”. Hijo de drogadicta, Chala, intenta buscar un lugar en la sociedad que él observa y no entiende en La Habana medio en ruinas.

Alina Rodríguez es la maestra ejemplar que por todos los medios tratará de ayudarle y de ayudarse. Porque finalmente lo que intenta es salvar la esencia de una Revolución que ya cumplió cincuenta años sin haber alcanzado totalmente sus más importantes objetivos.

Pero a Alina casi no la dejan que haga el bien no en nombre de un líder, de una revolución que hace tiempo perdió la mayúscula y de no sé qué cuentos más.

La maestra tiene que defenderse con uñas y dientes para que los caciques que engordan al amparo de todas las situaciones tengan que inclinar la cabeza, no de vergüenza sino por la desfachatez de querer seguir tragando la sopa boba.

La película de Ernesto Darana no tiene desperdicio, pero como otros hitos del cine cubano son los que giran alrededor del Palacio de la Revolución quienes deberían aprendérsela de memoria y entender de una vez para siempre que como ya dijo el maravilloso Ken Loach el pueblo no quiere solamente pan. De vez en cuando le gustaría tener una rosas, un ramillete de rosas para endulzar la vida.

¿Dónde estaba el jurado habanero que no dio el premio de interpretación a la mejor actriz, a esa extraordinaria sencillez y emoción que se llama Alina Rodriguez?. Creo que la confundieron con Geraldine Chaplin; o será porque les sonaba el apellido.

¿Cómo? ¿Qué habia que repartir entre argentinos, brasileños y la madre del portero del Carlos Marx? Dejémonos de sandeces. Ya es hora de que se reconozcan los verdaderos valores y no andemos como los mercaderes del templo a los que Jesús echó a zurriagazos.

Supongo que antes y durante de que considerasen que “Conducta” era le mejor película del año, habría algún mequetrefe del Partido, ya saben, el único, que se opondría, en nombre de la Revolución que ellos se atribuyen para mejor explotarla.

Como cuando en 1991 los periodistas extranjeros en Cuba quisimos premiar a “Fresa y chocolate”, la cinta que estuvo a punto de llevar a Cuba hasta Hollywood.

Ibamos a darle el premio Glauber Rocha, el más importante y prestigioso del Festival, pero surgió en el debate un señor de las altas esferas que se rasgó las vestiduras como cualquier fariseo y exclamó alto y claro que  cómo íbamos a premiar a una “película de maricones”.

El Premio fue finalmente para los dos deliciosos protagonistas, hoy con carrera internacional, Jorge Perugorría y Vladimir Cruz,  y al día siguiente el jurado del Festival rubricó nuestro acierto dándoles la mayor recompensa festivalera.

Y cuando un Coral era un corallllllllll, que habría dicho Don Salvador Dalí.

Esta es una película para que Fidel Castro, al que el cine cubano le debe la vida, saliera de sus reflexiones, la viese y la impartiese a sus discípulos como en una buena cena, aunque no haya santo Grial por medio.

Fidel fue el hacedor, del comienzo al fin, me confesó Alfredo Guevara, de la realización y éxito de “Fresa y chocolate”.
Comandante, súbase al escenario del Carlos Marx y, como otras veces, enseñe a sus discípulos que “Conducta” más que una película es una lección de vida que cada cubano debería recordar para siempre.

Y empiecen por no olvidar este reparto: Alina Rodríguez, Yuliet Cruz, Armando Valdes Freire, Armando Miguel Gómez, Miriel Cejas, Silvia Aguila y Amaly Junco.

Y un montón que gente que pasa entre plano y plano.

(*): Sergio Berrocal es periodista, crítico de cine y cuentista.

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