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Festival de Guadalajara: "Sebastián", pueblo chico, infierno grande

'Sebastián'
Por José Romero Carrillo (Guadalajara)

Tras ver "Sebastián", película peruana de la Competencia Iberoamericana de Ficción de la edición 30 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, me vienen dos conceptos a la mente: A veces, lo que parece sencillo termina siendo lo más complicado de realizar; y segundo, que frecuentemente, se peca por exceso al acumular uno mismo múltiples tareas dentro de una película (director, productor, guionista y actor principal) y esto se complica aún más si nos enfrentamos a una ópera prima.


"Sebastián" surge del empeño de su director Carlos Ciurlizza, de las cuestiones íntimas que necesitaba exteriorizar, de temas de actualidad que quería poner en agenda y de la oportunidad de trabajar como actor en la gran pantalla. Como es evidente, la película se vuelve el vehículo para lograr muchos objetivos diferentes. Entre tantos, se descuida la entereza del guión, de una historia que se inscribe directamente a un género clásico del cine: el melodrama.

El argumento es simple: Sebastián recibe un llamado telefónico y retorna de urgencia a su pueblo natal, ubicado en el norte del Perú. Una vez allá, dedica sus días a cuidar a su madre, que se recupera de un derrame cerebral y a la cual no ve hace algunos años. El reencuentro con los amigos del barrio, la novia de la primera juventud remueven sentimientos en su interior y poco a poco se irán revelando secretos. A estas alturas, ya cualquier cinéfilo sabe del costado homosexual que incluye la historia de "Sebastián", y a eso le sumamos, el rebrote de la atracción entre Sebastián y Lucía, su pareja de antaño; tenemos un triángulo de ribetes románticos y conflictos por venir. E incluso hay otro ingrediente que es una de las características fundamentales de la telenovela latinoamericana; obvio que no contaré este detalle para no estropearle "la sorpresa" al futuro espectador. Todo esto sucede en pueblo conservador y mayoritariamente homofóbico. Ya imaginaran entonces, por qué afirmo que todo este material bien podría convertirse -luego de una adecuada adaptación- en una telenovela de mucho interés.

Los personajes de "Sebastián" no se dejan llevar ni se guían por los dictados del corazón, ni cuestionan con convicción los códigos morales y anacrónicos de su pueblo, como debiera ser. Sino que más bien recitan líneas muy enfáticas y/o aleccionadoras, y se suceden las escenas a trompicones; se recurren a los típicos lugares del folletín telenovelesco y se incluyen personajes estereotipados, como el trío de viejas solteronas, que medularmente no aportan nada a la historia. Intuimos lo que va a suceder, y eso no es defecto, pero si en algunas secuencias el espectador se ríe de lo que acontece, cuando deberíamos estar sumergidos en el drama; es señal de que algo no está correctamente calibrado. El espectador tendría que estar "agarrado de la garganta", metafóricamente hablando.

No es nada fácil, contar una historia como la que narra "Sebastián", y parecer que todo fluye naturalmente. Y si la película no sucumbe en el ridículo y la desgana, se debe -en gran parte- a los actores que participan en ella. Muy acertada la decisión de Ciurlizza de rodearse de actores profesionales que arropen su tibio desempeño como actor protagónico. De todos ellos, hay una que sobresale: Katerina D'Onofrio en el papel de Lucía, la novia del pasado. Ella interpreta con solvencia a la clásica heroína del género: una que quiere con paciencia inconmensurable, comprende en demasía y se sacrifica por el porvenir de su amado. Ya habíamos sido testigo de su eficaz desempeño en "Las malas intenciones". Ahora solo queda esperar que la pantalla grande le retribuya con un rol a la medida del enorme potencial que esconde la actriz.

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