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Crítica: "Manto Acuífero" , otra disección de la invisible sociedad mexicana

'Manto acuífero'
Por Manuel Cruz

"Manto Acuífero", la última cinta del australiano afincado en México Michael Rowe ("Año bisiesto") se presentó en el 34 Foro Internacional de Cine, en la Cineteca Nacional y sedes alternas, tras pasar por varios otros festivales internacionales. Se trata de un drama familiar desde una mirada infantil, que certifica que el debut del mexicanizado Rowe no representaba la flor de un día.

Carolina (Sofía Macías) tiene 10 años y una situación común: su madre (Tania Arredondo) ha encontrado un nuevo amor en la vida y ello irremediablemente implica un cambio familiar, trasladando a ambas mujeres hacia un lugar selvático en Puebla, donde la niña deberá vivir – a regañadientes – con Felipe (Arnoldo Picazzo), un hombre seco e intimidante que a todas luces representará, desde ahora, la figura de su padre.

"Manto Acuífero", segunda obra de Rowe, viene a demostrar la evolución del drama familiar mexicano a un momento donde el cine contemplativo (que en ocasiones podría confundirse con aburrido, y algunas veces razonablemente) sí funciona. La premisa es bien conocida tanto en ficción como en la vida de muchos espectadores, pero el verdadero dolor ocurre en cómo sucedió, y Rowe lo sabe. Al igual que "El tambor de Hojalata", "Mon Oncle Antoine" y "Paraíso: Esperanza" – aunque no comparten el mismo tema –, la historia se narra directamente en los ojos de Carolina, observando como su pequeño universo (gracias a la puesta en escena minimalista de Rowe y su fotógrafo Diego García) se cierra cada vez más.

"Manto Acuífero", como quizás gran parte de la programación en el 34 Foro Internacional, no es para los que buscan un final feliz. Tampoco se aceptan resoluciones morales. Siguiendo a una tendencia común del cine mexicano reciente, con ejemplos como "Quebranto", "Los Insólitos Peces Gato", "Mi Amiga Bety" y "No Quiero Dormir Sola", Michael Rowe explora despiadadamente la urbanidad nacional que no quiere ser vista. Arredondo y Picazzo encarnan a los protagonistas del pequeño infierno que todo aquel vive al pasar por una destrucción familiar; pretenciosa en su intento por evitar el pánico y llenando horas de silencio, cuando la nostalgia no acecha en la oscuridad.

Es precisamente Carolina quien soporta todo, y Sofía Macías junto a ella, eterna observadora, pero consciente de todo lo que ocurre alrededor, y sin nada más que hacer excepto huir al jardín de la casa, donde la naturaleza parece irónicamente más balanceada que el desastre en su hogar. Rowe por momentos coquetea con que hay una escapatoria fantástica, pero la realidad es sencillamente cruel. A pesar de que su lentitud pueda resultar inusual y al borde del nihilismo para una nueva audiencia, "Manto Acuífero" es una obra de la vida en México y en todo el mundo que consigue el objetivo esencial del cine: el transporte a una experiencia fuera de lo mundano que lleve a su regreso un minuto de reflexión.

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