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Crítica: "Arrebato", dos mujeres y un infierno

Brédice y Echarri en 'Arrebato'



Por Edurne Sarriegui

“Arrebato” (2014), que llega a las pantallas argentinas  esta semana y nada tiene que ver con la película homónima del español Iván Zulueta, es la tercera obra de la realizadora Sandra Gugliotta, después de “Un día de suerte” (2002) y “Las vidas posibles” (2007). Autora también del guion con la colaboración de Sebastián Rotstain, esta vez incursiona en el género policial proponiendo despuntar algún rasgo del cine negro sin lograr el suspense y la emoción que el espectador podría esperar ante la propuesta de un thriller psicológico.

Protagonizada por Pablo Echarri, Leticia Brédice y Mónica Antonópulos, “Arrebato” cuenta la obsesión de Luis Vega por descubrir una posible infidelidad de su mujer mientras realiza una investigación  para el libro que está escribiendo sobre un resonante crimen. Durante dicha investigación toma contacto con Laura Grotzky (Brédice), la viuda que fue acusada por el asesinato sobre el que trata de escribir. Esta enigmática mujer le conducirá por el sórdido mundo que ella frecuenta. Mientras tanto, su matrimonio con Carla (Antonópoulos) se derrumba entre la paranoia de Vega y los silencios de su esposa.

Empeñado en entender al asesino, el protagonista cae en una espiral de celos obsesivos y pasará de perseguidor a perseguido siendo él mismo sospechoso de un crimen.

Sin llegar a generar nunca conmoción, el film gira en torno a una serie de escenas que, desprovistas de tensión alguna, desembocan en un final en el que el mentado arrebato del título resulta más que previsible, de manera que su impacto pierde interés.

Los personajes secundarios interpretados por Gustavo Garzón y Claudio Tolcachir aportan un poco de aire fresco  a una trama que nunca termina de despegar, a pesar de la propuesta prometedora que se vislumbra en su inicio.

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