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Como recordaba este domingo Javier Angulo, director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, el compositor Alberto Iglesias es el único español con tres nominaciones al Oscar, fuera del rubro de mejor película extranjera, unos reconocimientos unidos a muchos otros que justifican plenamente que el modesto profesional donostiarra reciba la Espiga de Honor de la 57 Seminci. Iglesias, que escucha en su mp3 tanto a Mozart, Mendelssohn o Liszt como a Madonna o Lady Gagá, junto a bandas sonoras de su colega James Newton Howard, se encuentra enfrascado en la composición de la música para su más reciente mentor, Pedro Almodóvar, una "Los amantes pasajeros" que califica de "luminosa y blanca".

Iglesias asume la Espiga que le entregaban esta noche dominical en el Teatro Calderón "con mucho agradecimiento", aunque matiza con pudor que "Me viene un poco grande. No es falsa modestia. Es un premio a una trayectoria pero me cuesta ponerme en el centro de este asunto, es un reconocimiento enorme y me siento muy honrado. Soy el segundo compositor que lo recibe desde que existe el galardón. Antes se lo dieron sólo a José Nieto", recuerda el músico vasco, cuya primera carrera corrió paralela a la del cineasta de su misma ciudad Julio Medem.

Sin embargo, en este momento, su director más fiel es Pedro Almodóvar, para quien en este momento escribe la partitura de "Los amantes pasajeros". "Paré de componer el viernes a las 12 de la noche. El martes me vuelvo a reunir con Pedro para hablar de esa partitura. Quiere que la música sea fluida, comunicativa. Me gusta mucho lo que he visto de la película y estoy muy entusiasmado, pero es mi primera comedia y me estoy dando cuenta de que en la comedia el tiempo es más importante. Todo tiene que ser usado... Es un reto para mí", sostiene.

Alberto Iglesias reconoce que sobre el papel una película como la nueva del manchego, cuya acción se desarrolla casi íntegramente en el interior de un avión, puede parecer complicada para crear diferentes melodías, y de hecho antes de ver lo rodado sintió cierta prevención: "Me preguntaba si la música iba a entrar dentro, pero es cierto que un espacio cerrado puede no ser claustrofóbico según como esté rodado. De lo que ya he visto, la secuencia de planos no te da la sensación de cerrado. Y sí, sí entra la música, no se por qué. La cuestión del espacio en la imagen es bastante relativa. A veces un solo piano te llena un paisaje abierto como unas montañas con la misma fuerza que una orquesta sinfónica".

Respecto de su complicidad con Almodóvar, el compositor dice que "Todos los directores buscan que la película sea verdad, y a la hora de hacer la música me piden eso, pero creo que siempre lo tengo que hacer diferente, que tenga un porcentaje de riesgo. En el caso de Pedro me cuenta muchísima cosas, es como una clase de cine constante. Me da mucha información, pero luego me pide que le sorprenda, que puedo reaccionar de manera diferente y se deja impresionar. Los directores pocas veces quieren algo muy concreto, tienen bastante flexibilidad".

Añade que su experiencia al lado del cineasta español más universal le lleva a reflexionar sobre su influencia en la promoción del cine y la cultura española en todo el mundo. "Lo admiran en todas partes, atrae por la fantasía, la originalidad, el desprejuicio de cosas que a veces han sido opresivas en la cultura. La idea que ha propagado es que España es muy inventiva, en muchos sitios lo relacionan con Lorca. Almodóvar ha hecho muchísimo como representante de España".

Sobre su proceso de trabajo, el autor de las bandas sonoras de "Volver", "El jardinero fiel" o "El topo / El espía que sabía demasiado", explica que empieza con la lectura del guión, "y a veces empiezo a escribir cosas y otras espero a ver la película, y aunque tenga un análisis para la música siempre tengo en cuenta ser un espectador más que la ve". Ese visionado de lo filmado le puede provocar reacciones: "Es como una descarga eléctrica para mí. Espero al director que conoce mucho mejor la historia. También me dejo llevar por el brote más instintivo que aparezca, y procuro no meterme en corsés. Todo está lleno de improvisaciones. El gesto es importantísimo. Pero con los actores pasa lo mismo. Aunque tengan ensayos de repente surge algo en el rodaje. Los directores son los señores esponja que ven esos instantes de talento y los aprovechan. Estás en manos de algo de lo que no eres dueño, te tienes que dejar llevar. Mi memoria también funciona, recuerdo algunas piezas clásicas, instantes... El placer es de la asociación, una cosa te lleva a otra, la memoria unida al instante, y eso da placer".

Iglesias, que lamenta no haber podido asumir, "por razones familiares que me impidieron dedicarle tiempo", la banda sonora de la película de Pablo Berger "Blancanieves", que le parece "espléndida", reconoce que de vez en cuando ha tenido que padecer no pocos sudores para culminar su trabajo. "Me he encontrado con bloqueos muchas veces y muchas de mis pesadillas nocturnas tienen que ver con eso. "¿Y si no me sale nada?" es una pregunta recurrente en ocasiones. Pero es preciso ser paciente, tomárselo con calma y esperar a que aparezca la melodía". El creador considera que otra de sus obsesiones es huir de los encasillamientos: "No tengo la impresión de dominar los géneros concretos. Los clichés son los enemigos de la música cinematográficas" y subraya que intenta no prodigarse más de la cuenta, porque las veces que ha tenido que superponer el final de una partitura con el principio de la composición de otra, lo ha pasado mal. "Ayer -dice- estaba en Gante asistiendo a un concierto de Newton Howard y es un hombre que ha hecho hecho 140 películas en 20 años. Me resulta muy sorprende, admirable, no creo que yo pudiera hacer lo mismo...".

En el evento de la ciudad belga el propio compositor vasco fue consagrado como el mejor del año, por su triple desempeño en "La piel que habito", "El monje" y "El topo / El espía que sabía demasiado", un honor que apenas ha estado separado 24 horas de esta Espiga.