Festival de La Habana: Primeras impresiones en la batalla por los corales

por © Frank Padrón (La Habana)-NOTICINE.com
Guzzoni
Apenas un par de  jornadas y ya el Festival de la Habana cuenta con varios títulos que en diversas categorías, pujan duro por los premios. De entre lo que concursa en óperas primas, sobresale "Cornelia frente al espejo" del argentino Daniel Rosenfeld. Basado en el cuento homónimo de su ilustre coterránea Silvina Ocampo, el film confronta en un viaje caserón a varios personajes que pudieran ser fantasmas: el límite entre sueños y pesadillas es difuso, también el que separa la vida y la muerte, aun cuando la protagonista anhele que alguno de los hombres que atraviesan el umbral la priven de la vida; una mujer con la que intercambia y revive viejas ternuras, un ladrón, una niña que confunde esculturas con muñecas y un policía que dice haber besado a Cornelia sin que ella lo recuerde, activan el diálogo donde se filosofa en torno a lo humano y lo divino; el peso que siempre tiene el pasado, el erotismo, el porqué de continuar (o no) viviendo son algunas de las cuestiones que debaten estos hombres y mujeres, en un trayecto que alude un tanto al de la "Alicia" de Lewis Carroll, aunque este sea mucho más turbio pues el país al que se aspira no es nada maravilloso.      

La primera virtud que descubre el espectador es la vitalidad y el vuelo literario, que trasunta, por supuesto, la escritura de esa gran narradora de principios de siglo en Argentina, de  quien su colega Borges comentó que escribía con "cierta crueldad inocente u oblicua", algo que conserva el texto fílmico.  

Sin embargo el director Rosenfeld (quien se encarga de otros tantos rubros) no se ha estancado ni dormido en los laureles, confiado en la eficacia de la letra que tiene entre manos, y complementa la misma con una puesta donde la evidente carga verbal no impide una eficiente puesta en cámara; se esmera en la edición, de modo que no se aprecian costuras entre los bloques que llenan los distintos personajes, alternos, como quiera que nunca más de uno aparece en pantalla con la protagonista.

La escenografía, con la pátina fantasmagórica y lúgubre  de los interiores, o la luminosidad en el jardín que llena los minutos finales, para lo cual la fotografía (Matías Mesa) desempeña  magistralmente su labor, o la música (Jorge Arriagada) que discreta pero funcionalmente subraya, de vez en vez, los enunciados de los actores, también sobresalen.

Lo cierto es que, en su primera y notable primera experiencia, el joven director argentino ha sorteado una literariedad férrea que pudo restar soltura a su film, el cual no se siente empacado o hierático a pesar del peso que detenta la palabra hablada. La también coguionista Eugenia Capizzano (Cornelia) en un esmerado desempeño y sus no menos virtuosos colegas Leonardo Sbaraglia, Eugenia Alonso y Rafael Spregelburd, asumen y proyectan con sólida estatura histriónica la complejidad de sus roles.

Menos afortunado es el  segundo intento del chileno Fernando Guzzoni ("La Colorina") en "Carne de perro", a pesar de que llega precedida por el premio de Nuevos Directores en San Sebastián. La cinta rastrea a un exmilitar o torturador de la dictadura quien ahora, en plena democracia, no encuentra el rumbo de su existencia, achacado por molestias físicas cuyo origen no encuentran los análisis médicos, atendiendo a un perro moribundo y abrazando finalmente la fe cristiana.

Resulta sugerente la perspectiva que ofrece el director a su personaje, en un claro discurso en torno al remordimiento y el vacío de vidas que forzaron su avatar mediante comportamientos errados (y erráticos) lo cual les impide, o al menos les dificulta extraordinariamente, hallar el sentido actual de estas, pero el joven cineasta no ha conseguido articular su relato de manera orgánica; la metáfora del animal herido de muerte, sin posible cura, resulta a  la larga bastante pedestre , y sólo dota a la película de un inoportuno naturalismo que no se aviene con el tono más bien reposado y reflexivo que tienen, o al menos persiguen, los supraenunciados. Tampoco la actuación de Alejandro Goic logra, pese a sus esfuerzos, aplicar consistencia dramática al personaje.

"Carne…" entonces, queda como un claro ejemplo de una sui generis condena a la dictadura pinochetista desde una óptica ontológica que, lamentablemente, se frustra por evidentes torpezas artísticas.

En cuanto a largometrajes de ficción inscritos en la sección oficial de la competencia, figura "Hoje" ("Hoy"), lo nuevo de la brasileña Tata Amaral ("Antonia" ) y sigue a una mujer que en los procesos de mudanza a su flamante y cómodo apartamento, recibe la visita de su compañero, un uruguayo muerto en los días  de la dictadura; se establece un diálogo en el cual se mezclan recuerdos y reproches, ternura y despecho, se reviven los duros y sangrientos días de aquel régimen que instauró el terror, la violencia y la muerte, y donde perdió la vida.

Con una perspectiva teatral (en cuanto a la tenaz dialogicidad de la  pareja protagónica, y sus escasos movimientos en  apenas un par de habitaciones de la casa) que se ve saludablemente dinamizada por la irrupción de los obreros que ayudan a Vera en la instalación, "Hoje" contagia al espectador con la fuerza del intercambio verbal que sostienen los personajes centrales, la intensidad de las pasiones que se ponen en juego, la autenticidad y fuerza de los sentimientos cruzados, en los cuales la inevitable carga política que los condiciona para nada eclipsa la entereza y contundencia de lo humano que en realidad define el relato.

Es por esto que lo reducido del espacio o la concentración dramática en apenas dos personajes no obstaculiza en lo absoluto el feliz desarrollo de los caracteres y el despegue afortunado de una historia que cala hondo  y  toca fibras sensibles en todos, por lo cual genera evidente resonancia.

El hábil montaje, la discreta y por ello, eficaz música y la notable labor de una cámara que suma los objetos y rincones del apartamento tales sensibles catalizadores de la acción, complementan esta pieza de cámara que, en tono menor, ofrece una historia conmovedora desde su sencillez, en la cual, el desempeño de los intérpretes juega un rol superlativo: Denise Fraga y el actor uruguayo César Troncoso asumen y proyectan sus papeles con autoridad y convicción.  

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