De como una modesta opera prima uruguaya puede opacar a dos consagrados cineastas europeos en Berlín

por © E.E. (Berlín)-NOTICINE.com
Sally Potter y la modelo Lily Cole
Sally Potter y la modelo Lily Cole
Los festivales se matan por los grandes y reconocidos autores, a los que conceden los horarios y las galas de privilegio, donde proliferan las caras conocidas. Pero, como este domingo ha ocurrido en Berlín, el talento (y su ausencia o escasez) puede dar la sorpresa en cualquier momento. "Gigante", una gran pequeña película de un debutante argentino afincado en Uruguay, ha humillado a las de los consagrados Lukas Moodysson y Sally Potter.

La jornada se inició precisamente con "Gigante", una producción uruguayo-argentina con apoyo alemán, que como el resto de películas de esa misma compañía, Control Z, fundada por Rebella y Stoll, no es sino una "historia mínima", cotidiana, la del enamoramiento de un vigilante nocturno (Ernesto Camandule) hacia una de las limpiadoras (Leonor Svarcas) que junto a él y muchos más trabaja en el mismo hipermercado.

Cada día sigue sus pasos a través de las cámaras de vigilancia que él controla, y de ahí pasa a seguirla por las calles y a ir conociendo poco a poco su vida. Esta especie de "Shrek" de carne y hueso, un tipo alto, fuerte y barrigón, en la treintena, que vive sólo, se convierte en una especie de lejano y a la vez próximo "ángel de la guarda" de la joven.

La habilidad del debutante Adrián Biniez, consiste en obtener con una aparente sencillez que oculta un guión muy elaborado la empatía del espectador hacia su "gigante" personaje, un tipo corriente al que ilumina la llama del amor hasta reflejar lo mejor de él. Y lo logra con un humor cotidiano y tierno, que ha calado profundamente en la prensa internacional, la cual aplaudió con entusiasmo.
 
"Mammoth", del sueco Lukas Moodyson, es justamente todo lo contrario que "Gigante". Aquí hay un mensaje obvio, muchos medios, un reparto encabezado por dos figuras reconocidas internacionalmente, el mexicano Gael García Bernal y la norteamericana Michelle Williams, un rodaje en Asia y Estados Unidos que ha costado 12 millones de dólares, pero una notable ausencia de fuste y fuerza.

A lo largo de dos horas -a todas luces excesivas- el cineasta sueco pretende denunciar la injusticia de la sociedad y del mundo que se ceba especialmente en los niños. Son crueles los padres (sobre todo las madres) del Tercer Mundo que emigran o se prostituyen, y son crueles los del primer mundo, los ricos, porque se pasan el día trabajando fuera de casa y no les prestan suficiente atención.

Todos les han abandonado, con la "causa justa" de ganar el dinero que les mantenga mejor o les de los lujos que merecen, pero mientras ellos quedan sólos y desprotegidos.

Esta es una contradicción social para la que por supuesto la película de Moodysson, más abucheada que aplaudida en su pase de prensa, no aporta ni un ápice de esperanza o solución.

La película empieza con una pareja feliz que lo tiene todo. El (García Bernal) es un exitoso diseñador de videojuegos socio de una prometedora empresa que busca alianzas en Tailandia. Ella, por su parte, se gana la vida como médico de urgencias en un hospital. La hija de ambos, mientras ambos trabajan, es atendida por una niñera que vive con ellos, una filipina que ha dejado en su país de origen a sus dos hijos, a los que malcuida su abuela.

Durante un viaje profesional a Tailandia, el personaje que interpreta Gael queda en un segundo plano y se aburre soberanamente mientras su socio, con mayor experiencia empresarial, pasa días negociando con una empresa tailandesa un multimillonario contrato. Y harto de estar encerrado en su apartamento de lujo en Bangkok, decide marcharse a una de las playas tropicales del sur del país, donde va a conocer a una muchacha posiblemente menor de edad, con la que primeramente evita cualquier relación sexual para finalmente caer en ella fruto de la tentación, de una soledad egoista o de los deseos de complacerla.

Mientras esto ocurre, Moodysson introduce dos narraciones paralelas. Una es la de los dos hijos filipinos de la niñera, que echan mucho de menos a su madre. El mayor, que ha alcanzado la suficiente madurez, después de que la abuela le haya llevado al vertedero para mostrarle a los niños que rebuscan algo de valor en la basura de la gran ciudad, como para entender que su madre está lejos para conseguir dinero y evitar así que sufran como esos pequeños basureros, decide ayudar. Y lo pretende hacer primero con algún pequeño trabajo que no resulta ni fácil ni rentable. Entonces, por un poco inteligente comentario de la abuela sobre otros niños que logran dinero "durmiendo con extranjeros", se escapa de noche de la casa hacia el centro de la ciudad.

La otra narración nos hace partícipes de la impotencia de la doctora para salvar la vida de un niño apuñalado en la calle, en su agotador trabajo diario en un hospital público.

Moodyson filma bien, pero su guión -propio- cae en una crítica social maniquea que parece culpabilizar más a los padres, todos equivocados al elegir el camino del sacrificio personal en busca de un mejor futuro para sus niños, en lugar de estar físicamente con ellos, que al propio sistema capitalista que les obliga a hacerlo. El resultado final ha sido una gran decepción respecto de uno de los títulos más esperados de esta Berlinale.

La jornada terminó con la tragicomedia más o menos experimental de Sally Potter, que a pesar de su atractivo "casting" (Jude Law travestido en supermodel rusa, Judi Dench y Steve Buscemi), acaba siendo un frustrado ejercicio de presunta crítica al futil y frívolo negocio de la moda que ha recordado al peor Altman de "Pret a Porter".

La británica autora de "Orlando" ha querido a pesar del elenco hacer lo que ella califica de "película minimalista de bajo presupuesto". Su planteamiento es una caricatura del mundo del "glamour" en tiempos de crisis, a base de breves monólogos de personajes que son entrevistados por una cámara de vídeo. Se trata pues de una sucesión de testimonis variopintos y necesariamente estereotípicos de ese mundillo de la costura y el papel couché.

El público, por segunda vez este domingo, se ha sentido más estafado (o defraudado considerando que la mayoría era prensa e invitados), que entretenido o atraído por una historia sólida, la que sólo afloró hoy en "Gigante".

Sally Potter y la modelo Lily Cole