Venecia: Alex de la Iglesia desconcierta y divide, Vincent Gallo indigna

por © E.E. (Venecia)-NOTICINE.com
Mario Martone, con su mujer (Reuters)
Mario Martone, con su mujer (Reuters)
Este martes concursó oficialmente la segunda y última película iberoamericana del festival veneciano, la española "Balada triste de trompeta", de Alex de la Iglesia, terminada -y editada- a la carrera para estar en el Lido, que ha dividido opiniones. Algo que desde luego no ha logrado siquiera Vincent Gallo con su engendro "autoral" en blanco y negro "Promises written in water". El tercer film de la jornada, largo como un día sin pizza, "Noi credevamo", ha desafiado la paciencia del respetable con una enorme lección de historia.

El vasco Alex de la Iglesia, presidente de la Academia española de cine, ha brindado a la audiencia internacional un cocktail cargado de imágenes, España negra, sangre y pasión, trágico trío circense, como metáfora de la Guerra Civil, el franquismo y sus consecuencias que -considera- siguen aún vivas en la actual Democracia española. Notarán que en el parrafo las referencias han sido múltiples a la "Piel de Toro", y es que una de las cosas que los críticos extranjeros le han achacado a este nuevo trabajo del autor de "El día de la bestia" y "Los crímenes de Oxford" es que tiene demasiadas claves de consumo interno difíciles de entender fuera sin el necesario "background" histórico.

"Balada triste de trompeta" es tremendista y barroca, está poblada de "freakies" y sus escenas se suceden a un ritmo endiablado, hasta el punto de que tras la proyección, muchos compañeros extranjeros preferían reservarse una opinión definitiva hasta haberla digerido con calma. Los amantes de la faceta más negra de De la Iglesia sin duda la disfrutarán, tal vez no tanto los que echan de menos la mala leche y el humor de "El día de la bestia", que para muchos sigue siendo su mejor trabajo. El cineasta vizcaíno asegura que es su obra "más personal", y también la que ha parido con más dolor, ya que el rodaje sufrió diversas vicisitudes logísticas y fue extenuante para buena parte del equipo. Seguro que dará mucho que hablar, especialmente en España, donde no se estrenará hasta diciembre. Fuera seguirá siendo difícil de digerir.

La carrera como director del inclasificable y narcisista Vincent Gallo nos había deparado ya una auténtica "perla", repudiada con sorprendente unanimidad por la crítica en el Festival de Cannes hace 7 años. Después de aquella "The brown bunny", cuyo exclusivo momento de acción y relativo interés era una felación en tiempo real y a toda pantalla que le realizaba a él (protagonista además de realizador) su entonces novia la actriz Chloe Sevigny, con final feliz, el protagonista de "El funeral", "Tetro" y aquí en el Lido de "Essential killing", había tenido la gentileza de no regalarnos su más que dudoso talento tras la cámara... hasta ahora (luego dicen que el 7 es un número de suerte...).

Muchos se están preguntando a estas alturas, tras ver "Promises written in water", film sin historia, en blanco y negro, lleno de interminables planos del propio actor-director fumando como único elemento dramático, sin apenas diálogos, salvo alguna frase sin sentido que Gallo repite como un papagallo, y ni siquiera la escena de sexo oral de antaño para epatar, lo mismo que nos preguntábamos en Cannes: ¿Qué programador en su sano juicio ha podido seleccionar esto? La carrera como cineasta de este desquiciado personaje se nutre única y exclusivamente de soplagaitas que ponen sus tomaduras de pelo en los festivales, porque espectadores no tiene, y ningún distribuidor con aprecio por su negocio puede estar interesado en difundirlas. Por cierto, Vincent Gallo no compareció ante la prensa ni pisó que se sepa la alfombra roja para ver su film en el Palazzo del Cinema.

Mario Martone ha querido con "Noi credevamo" hacer en película lo que debería de haber sido una mini-serie televisiva. Aquí también estamos claramente ante un film de consumo interno, que resume en más de 200 minutos (3 horas y vientitantos minutos) la historia de Italia en el siglo XIX, y las luchas por su unificación. Tanto metraje lastra, y la diversidad de dialectos y personajes tampoco ayuda. Al final fue aplaudida, probablemente por italianos.

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