Colaboración: San Sebastián 60, a modo de balance

por © NOTICINE.com
Pablo Berger, director de 'Blancanieves' (ASG)
Por Jon Apaolaza

El recién clausurado Festival Internacional de Cine de San Sebastián, certamen que ha capeado la crisis como ningún otro en España, celebró su 60 edición con un amplio plantel de estrellas internacionales, mientras subsisten sus puntos débiles, muchos difíciles de resolver mientras no cambie la filosofía de un certamen anclado en pasadas glorias,que se resiste a buscar nuevos rumbos mientras su competencia internacional es cada vez mayor y más potente.

El nuevo director, José Luis Rebordinos, que no es exactamente un recién llegado, porque lleva muchos años en su cúpula dirigente, se ha esforzado -para satisfacción de los donostiarras y de los medios informativos- en convocar a un gran número de figuras, especialmente de Hollywood, y a cinco de ellas les entrego unos Premios Donostia que corren el riesgo de devaluarse si -como ha ocurrido en esta edición y en las anteriores- siguen intimamente relacionados con las giras promocionales de las nuevas películas de sus receptores.

Ese ha sido quizás el mayor punto oscuro, aparte del obvio y persistente de que la mayoría de las películas a concurso no fueron estrenos mundiales en San Sebastián, sino en Toronto. Especialmente lamentable resultaron los del director y uno de los protagonistas de "Salvajes", Oliver Stone y John Travolta, a los que no se les organizó una rueda de prensa específica sobre el galardón y sus carreras, sino que ambos, junto a Benicio del Toro, hablaron del film y poco más. De esta manera se privó de solemnidad y relevancia a un premio que arrancó con grandes y veteranas figuras que en el certamen donostiarra repasaron su obra. No olvidemos que es de lo que se trata (o se trataba), de ensalzar una trayectoria, no su último trabajo y la promoción del mismo.

Por supuesto, esos cinco receptores (los dos citados más Dustin Hoffman, Ewan McGregor y Tommy Lee Jones) son todos merecedores del reconocimiento, algo que pudo ser discutible en alguno de sus antecesores, pero el problema es el "cómo", para que no parezca una "propina" por venir a acompañar a sus más recientes estrenos.

Si Rebordinos, como parece, elige la senda de Venecia, ampliando el "glamour", sin duda acierta y hay que aplaudirle, pero resulta innecesario ampliar el palmarés de los Donostia, que inicialmente se entregaban a una o dos personas. Diego Galán, quien elevó a sus mayores cotas de brillantez el galardón, declaraba recientemente con sutileza que no resulta aconsejable ser tan "generoso" en el número de agraciados.

En cuanto a la programación, el nivel ha sido alto en esta edición, aunque se mantiene el problema consecuencia de las pésimas fechas en el calendario internacional de festivales. El donostiarra es el último importante del año en su clase, y tiene a menos de un mes dos competidores de mayor peso, Venecia y Toronto. Puesto que este último no es competitivo, San Sebastián toma varios de sus films más destacados para proyectarlos a los pocos días de su estreno mundial canadiense.

Basta con dar un vistazo al palmarés del año para constatar que la Concha de Oro y premio al mejor guión ("Dans la maison"), el Premio Especial del Jurado ("Blancanieves"), los premios exaequo a mejor actriz ("Foxfire" y "Blancanieves"), el de mejor fotografía ("Fasle kargadan") y la mención del jurado ("The attack") se lanzaron en Toronto, que se llevó la primicia correspondiente. De las 14 competidoras por la Concha, 8 tuvieron su estreno allí. No hace falta repetir que lo hace grande a un festival es precisamente su capacidad de lanzar nuevas y buenas obras, y ese es el objetivo de Cannes, Berlín, Venecia y por supuesto Toronto. Hasta dos de las películas españolas en el apartado oficial ("Blancanieves" y la fuera de concurso "Lo imposible") tuvieron su première en el certamen norteamericano y no en el de su propio país, algo que no debería admitirse.

San Sebastián se ha conformado con ser el primer festival de España y ha tirado hace tiempo la toalla de la competencia con los grandes, enarbolando únicamente la bandera del "estreno en Europa" para su selección a concurso. Cambiar esta situación no es nada fácil, requeriría un cambio radical que sus responsables no están dispuestos a asumir.

En distintos aspectos, por otro lado, el festival se diluye, se multiplica sin beneficio tangible, amplia sus apartados y complica la vida de los medios presentes con proyecciones y ruedas de prensa que se solapan. Por suerte el público acompaña y llena las salas, pero tanta oferta satura y exige esfuerzos que mejor dirigidos podrían brindar mayor relevancia al certamen. Son varios los festivales que ya se han dado cuenta que el que mucho abarca poco aprieta, pero aquí prevalece el mejor cuanto más grande.

Finalmente, en lo que a nuestra especialidad se refiere, el cine iberoamericano, quedó nuevamente en un segundo plano, con un sólo fin latinoamericano a concurso (por lo demás estrenado en Toronto) y unos Horizontes Latinos sin apenas novedades, que acoge cintas ya estrenadas en los precedentes festivales del año. No parece interesar siquiera liderar en trascendencia a los certámenes de países de habla hispana, y este apartado resulta un mero relleno más. Es una lástima.

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