Hablamos con Lucía Puenzo sobre "Wakolda", estrenada en Cannes

por © Jon Apaolaza (Cannes)-NOTICINE.com
Lucía Puenzo, en Cannes
La nueva película de la argentina Lucía Puenzo, "Wakolda", basada en una historia que publicó antes como novela, se ha estrenado mundialmente este martes en el apartado Un Certain Regard del Festival de Cannes. En ella se relata la relación entre el nazi Dr.  Josef Mengele y una carismática niña de 12 años físicamente no bien desarrollada para su edad, que coinciden en la zona de Bariloche en los primeros años 60 del pasado siglo, y el médico de Auschwitz la usa para experimentar sobre el crecimiento. Natalia Oreiro, Diego Peretti, la niña Florencia Bado y el español Alex Brendemühl son los principales intérpretes de esa coproducción argentino-española que se estrenará en el otoño (en España) y la primavera (austral).

- ¿Escribió usted esta novela pensando en que luego haría de ella una película?
No. La verdad es que me gusta escribir literatura más que escribir guiones y que filmar. "Wakolda" es mi sexta novela, la escribí durante dos años mientras trabajaba a la vez en un guión de otra historia que al final no he hecho. Después de editarla, como al año, empecé a adaptarla, porque me daba la sensación de que ahí había una posible película, aunque cambió mucho. La novela y la película son bien diferentes, sobre todo la segunda parte, que en la película tiene una trama diferente, ya que tal y como estaba en la novela se hacía muy difícil trasladarla a imágenes. Al final son la misma historia pero con dos desarrollos diferentes.

- ¿Es usted más una escritora que hace películas o una cineasta que escribe?

Por suerte creo que empiezo a encontrarle la vuelta como para hacer ambas cosas disfrutándolas, como para tener largos periodos de escritura y hacer una película entre medias. Las dos cosas son buenas pero se agradece terminarlas para pasar a la otra. Después de meses trabajando en equipo para hacer cine, con lo bueno y lo malo que tiene estar rodeada de gente, me alegra la soledad de mi casa y escribir.

- Entonces se decanta más por escribir literatura que guiones de cine...

Sin duda prefiero sí la literatura, es lo más divertido que hay. Estar solo con uno mismo, trabajando y el proceso es mucho más lento, porque en un buen día puedo llegar a escribir una página, pero hubo algo de encontrar cómo funcionan esas frases, la música de las palabras... y los libros tienen vidas muy largas y muy gratificantes, de muchos años.

- ¿Cuál fue el gérmen de la historia, habiendo ya varias películas sobre Mengele?

A mi mucho más que el personaje de Mengele me interesaba el de la niña, sobre todo desde que di con este niña, que es tan fuerte y tan carismática e inocente, fresca y sexual al mismo tiempo, algo muy dificil de encontrar. Y la mirada de muchos argentinos, en muchos casos adultos o adolescentes que se dieron cuenta que estaban viviendo bajo el mismo techo con esos monstruos fanáticos del nazismo que llegaron a mi país muchas veces muy camuflados, porque ya no eran los de los campos de concentración, y que eran en algunos casos hombres carismáticos, refinados, cultos, que no dejaban ver el monstruo que tenían detrás. Me interesaba como es el proceso de entender que el tipo que uno mete en casa es uno de esos hombres, agazapados.

- ¿Por qué cree que hubo tantos nazis refugiados en la Argentina?
Hubo muchos países latinoamericanos que les abrieron sus puertas. No sólo Argentina. Mi país fue uno de ellos, que de una manera radical no sólo les abrían las puertas, cuando llegaban con sus pasaportes expedidos por la Cruz Roja o el Vaticano, y había redes alemanas preparadas para que viajaran y desaparecieran, sino que además el gobierno de Perón dictó una ley de amnistía por la cual pudieron usar sus verdaderos nombres. Mengele llegó a tener su nombre tal cual en la guía telefónica. Eso muestra la cima de la impunidad de la que disfrutaba. Tenía una farmaceútica, no se ocultaba... Fueron miles los motivos y es complejo, un capítulo de mucha discusión en la Argentina, qué pasó para que un gobierno de Perón les abriera las puertas, cómo es el caldo de cultivo para que eso ocurriera. Pero no ocurrió sólo en la Argentina.

- Imagino que se documentó mucho antes de escribir...
Durante los dos años que emplee en escribir la novela hubo mucho trabajo, tanto leyendo como reuniéndome con historiadores y también genetistas y endocrinólogos, médicos que sabían qué tipo de tratamientos y bestialidades se habían hecho en los campos, y también ciertos puntos de contacto que tienen con los costados más oscuros de la ética médica en tiempos de la modernidad.

- ¿El personaje de Natalia Oreiro, la madre de la niña, podría ser una especie de metáfora de esa burguesía que aupó a los nazis por intereses egoistas?

Absolutamente. Estoy totalmente de acuerdo. Era muy perturbador y complejo cómo recibían las comunidades alemanas a estos especie de héroes que venían del extranjero con el saber científico y la cultura. Y hay muchos testimonios de cómo los recibían, les daban casa, les regalaban propiedades, les daban trabajo y eran bienvenidos. De ahí la relación del personaje de Natalia con Mengele, de absoluto respeto, que su palabra es el saber científico. Confía en que es el mejor médico. Había algo también como "snob" en un punto, ante esos hombres que traían conocimientos y eran tratados como héroes. Las comunidades alemanas en la preguerra y en ciertas regiones como Córdoba o Bariloche eran auténticamente fanáticas de los nazis.

- ¿En qué anda ahora?
Estoy escribiendo dos guiones nuevos, uno para filmar en México, sobre la vida de Tina Modotti, basada en una novela venezolana que se llama "La mujer infinita", y en otro proyecto para unos productores brasileños, que es original.

- Mengele, Modotti... ¿Se interesa ahora por personajes reales?
Nooo... La película en México tiene más importancia una trama del presente, toca la idea de cierto tipo de mujer, entre las que está Modotti. No fue una idea mía, me la trajeron y me interesó. Me gusta escribir guiones adaptados de otro material y también escribir para otros directores. Creo que es una manera de sumergirse en mundo que no son los míos. En este caso creo que tal vez acabe dirigiendo, pero me gusta estar un rato en mundos de otros, y hacer cosas que tal vez no dirigiría. Me gusta trabajar con directores que tienen otra mentalidad, es como jugar un rato cuando eramos chicos.