En diálogo virtual con Mercedes Álvarez sobre "Mercado de futuros"

Mercedes Alvarez
Por Eduardo Larrocha

El caos y la nada es el porvenir del "Mercado de futuros". En este segundo largometraje que estos días puede ser visto en la Filmoteca española y pronto en la Academia de Cine, Mercedes Álvarez, da un giro al cielo de su infancia en Aldeaseñor (Soria) hasta una gran ciudad donde la directora encuentra la raíz de algunos males, aunque  su cámara ha captado también, en los arrabales, un remanso genuino de vida. El plástico, la avaricia, la desnaturalización del Planeta convertido en parque temático turístico han devorado la civilización o más bien ésta ha sido devorada por el sinsentido.

Un veterano director, Gonzalo Suárez advertía "nosotros no perdemos el tiempo, es el tiempo el que nos pierde a nosotros." El tiempo en "Mercado de futuros" se divide en dos etapas: la de la vida, vivida con lentitud sencilla y natural,  y la muerte, que acecha en el frío esplendor de la especulación urbanística. Rotschild es el profeta al que emulan  los aprendices de "manager". Como su ídolo, rinden pleitesía  al dios dinero y se hacen ricos cuando las cosas se ponen peor. Su fruto es el infierno y en el mejor de los casos  esos paraísos artificiales del desierto arábigo, esa naturaleza aniquilada y decorada para ser reserva depredadora de forasteros.  Frente a ellos, el documental fija su mirada  en un agricultor que en el suburbio de la ciudad espera sentado al sol. Recolecta su níspero y con parsimonia  se lo come. Jesús se llama ese vendedor que a la puerta de su tienda no vende nada porque está ahí para ver pasar el mundo. Mercedes Álvarez se ha dejado fascinar por este personaje  y no ha podido evitar la tentación de prolongar la secuencia final.   

El discurso que propone "Mercado de futuros" es una veces nítido, otras casi misterioso. Maneja la directora la sutileza del enigma a la manera quizá de Antonioni en "El desierto rojo". Entre el documental y la reflexión, Mercedes Álvarez ahonda en las causas de la actual crisis  e indaga en el  pasado de Simónides a través de las páginas de "El arte de la memoria", de Frances Yates.

Cumplo agradecido con una invitación de la directora para ver su película. Disfruto durante las dos horas de proyección y propongo un diálogo vía correo electrónico en el que le cedo la palabra, preguntándole por la línea de investigación previa a la construcción del guión. "La investigación – me responde- se inicia con  una preocupación por la mordida al paisaje y la transformación del espacio urbano hacia el intento de explorar esa relación entre espacio, lenguaje y memoria, donde el texto de Yates sirvió de referencia teórica. Con el coguionista Arturo Redín acumulamos mucha literatura sobre urbanismo y suburbanismo, arquitectura icónica, localizaciones en la periferia de la gran ciudad, tendencias del land-art, etc… Yo creo que fue durante la visita a una Feria Inmobiliaria el momento en que vislumbramos la idea de expresar la tendencia actual de la gran ciudad a convertirse en un espacio virtual, diseñado por y para el mercado-espectáculo".

"Pensábamos que el interior de una feria era el mejor espacio para expresar esa transformación- continúa expresándose Mercedes Álvarez-  la gran ciudad decorada como escenario para el reclamo turístico, rediseñada desde sus macrocentros de ocio y consumo, tematizada y virtualizada, con espacios clonados, mensajes fugaces, lugares sin alma y edificaciones y mobiliario efímeros que se repiten idénticos en cualquier otra ciudad del mundo. Pensamos que el decorado de feria era el mejor espejo, porque hoy es ya muy difícil epatar o sorprender al espectador con fotografía de arquitectura futurista o de anticipación. La arquitectura icónica es sólo uno de los aspectos de la nueva ciudad como espectáculo. Y donde ponemos "ciudad", pongamos "futuro": el futuro se nos vende como la promesa de un espectáculo aún mayor. Visto así ¿qué importancia podría tener ya la memoria?  La ciudad misma renuncia a sus itinerarios, a ser recorrida y a ser interpretada, y por tanto a ser lugar de memoria".

Fiel a sus principios estilísticos, en su segundo documental sólo emplea la  música cuando se justifica en la escena. Otro principio que se salva: no hay actores, son personas que se interpretan a sí mismas. Tampoco tienen, o eso parece, un papel establecido en el guión, simplemente la cámara se acerca a ellos y el espectador  escucha para quedarse pasmado, indignado o fascinado.  Como en "El cielo gira", en esta película  de bajo presupuesto –los tiempos no dan para más- el guión parece irse construyendo según avanza el relato. Se adivinan  unas notas previas, unas intenciones, una búsqueda, pero la vida que refleja no está sometida a los márgenes de un texto dirigido.

Ya es un tópico que la  guerra de Irak, tras la invasión de Kuwait, fue la primera a la que asistimos desde la pantalla del televisor. Desde entonces los acontecimientos importantes tienen reflejo simultáneo en el cine y el periodismo. La actual crisis, mientras nos hunde  en el caos, ha dado lugar a varias películas de muy diferentes géneros: el documental "Inside Job", el thriller "Margin Call" y en nuestro país, entre otras, una de ficción, "Cinco metros cuadrados". Mercedes Álvarez me sirve de cronista del periplo de "Mercado de futuros" en festivales. "El cielo gira" se había llevado varios premios, entre ellos el del Festival de Buenos Aires, un buen pasaporte para su último trabajo:
"En Buenos Aires siempre hay un público muy cinéfilo y entusiasta. Me abordó gente que llegó a ver la película las tres veces en la semana de proyecciones, le sacaban más comentario que yo misma. Antes de eso, la película recibió el premio "Nouveau Regards" en el Festival de Nyon y más tarde en el festival de Sevilla, Londres y Dei Popoli de Florencia, Munich. Ha sido invitada en estos primeros meses del año al Festival De Rotterdam, Guadalajara, IndiLisboa, Turquía, Uruguay, Lima...".

Es una pena que nuestras salas de cine sean tan poco agradecidas con los esfuerzos que se hacen para sacar adelante una idea que quiere poner luz sobre preguntas tan esenciales como  quienes somos y adónde vamos. Apenas ha tenido apoyo de la crítica y tampoco consiguió el Goya al mejor documental al que estaba nominada. Menos mal que este mes de marzo la Filmoteca Española y también la Academia del cine, ambas en Madrid, abren sus pantallas para revisar los dos largometrajes de Mercedes Álvarez. ¡Ojalá cunda el ejemplo en otras ciudades!

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