Crítica: "Road July", paternidad que se construye sobre ruedas

'Road July'


Por Ezequiel Obregón

"Road July" (2010), que por fin pudo estrenarse comercialmente en su país de origen, Argentina, fue rodada en Mendoza, de donde es oriundo su director, Gaspar Gómez. Se trata de una "road movie", estrenada en la edición 2010 de Mar del Plata, centrada en el vínculo entre una nena de diez años y su padre, que acaba de conocerla. Tras haber tenido una calurosa recepción en su provincia, el film se estrena en Buenos Aires.

Santiago (Francisco Carraso) recibe una noticia que no esperaba: una mujer que fue su pareja murió seis meses atrás. La actitud que demuestra frente a la hermana de aquella no parece ser de demasiada congoja. Apenas un lamento, tal vez, por cortesía. Pero, por más superficial que haya sido aquella relación, hay otra noticia que deriva de la primera y esa sí lo afecta: existe una niña llamada July (Federica Cafferrata) de diez años; su hija.

Al borde de un viejo Citroën descapotable, Santiago acepta llevarla a la finca de su abuela (Betiana Blum) por pedido de la tía de July, con quien vivió hasta ese momento. El enojo de su pareja, quien cree que “le quieren meter una hija”, tampoco lo altera demasiado. A esa altura, asumimos que no se trata de un hombre con grandes motivaciones. ¿Podrá gestarlas durante el viaje?

"Road July" nos recuerda a "De Caravana" (2011), película cordobesa de Rosendo Ruíz. Ninguna de las dos hace de sus topografías un panfleto publicitario. Por el contrario, la procedencia y la geografía se transforman en presencias dramáticas, espacios en los que es posible encontrar una dialéctica entre lo que los personajes vivencian y el espacio en sí mismo. En el film de Gómez esa soledad en la ruta mendocina funciona como un disparador del diálogo, sumada a lo que le aporta el género de la road movie: mucho por transcurrir, mucho por decir. En medio del silencio, Santiago y July se conocen entre sí y a sí mismos. Y para desarrollar ese vínculo, en mucho colabora la versatilidad gestual de los intérpretes, tan entrañable como la de los actores de aquellas "Historias mínimas" (2002) de Carlos Sorín.

Si el tono naturalista que le impone el realizador al relato es un acierto, su reverso lo llevará hacia el territorio de lo superficial, tanto en algunas actuaciones como en la construcción de secuencias humorísticas. La novia aparece como la “típica” histérica, la madre (Mirta Busnelli) como la “típica” mamá entrometida. Los personajes secundarios que, como es de esperar, aparecen en la ruta, están bien construidos. No obstante, algunos apuntes humorísticos no son demasiado sutiles, como cuando el padre se enfrenta a unos policías cuando pretende dormir en un hotel con la nena y deslizan “Che, Pinochet, ¿vos venís seguido a este hotel?”.

Es destacable la labor de la amena banda sonora, y de la fotografía de Máximo Becci y Andrés Fontana. "Road July" es una bienvenida apuesta mendocina que llega a buen destino. Tanto para el padre y la hija, como para los espectadores.