Crítica: "Cerro Bayo": Al sur de la felicidad

Barraza, en 'Cerro Bayo'
Barraza, en 'Cerro Bayo'


Por Juan Pablo Russo

Victoria Galardi ya había mostrado en su ópera prima "Amorosa Soledad" (2008) -codirigida con Martín Carranza- condiciones que le aventuraban un futuro prometedor. Con "Cerro Bayo", que llega a los cines argentinos casi un año después de presentarse en el Festival de San Sebastián, reconfirma que se trata de una de las cineastas nacionales más talentosas y sensibles.

Cerro Bayo, un pueblo al sur del país, es el epicentro de la historia de una familia que verá modificada su rutina a partir del intento de suicidio de la matriarca. Un matrimonio con dos hijos postadolescentes, una hermana recién llegada de la ciudad y una amiga de la familia conformarán un micromundo que fusionará la tragedia con el humor como muy pocas veces el cine nacional se animó a realizar.

"Cerro Bayo" se articula a partir de un relato coral que no presenta fisuras narrativas desde ninguno de sus ángulos. Galardi trabaja con una estructura que se asemeja al típico guión de hierro que impuso Hitchcock, en el que se nota que no hay espacio para la improvisación y cada escena está cronometrada hasta en su más mínimo detalle.

Con claras referencias al cine indie norteamericano como "Una historia de Brooklyn / Historias de familia" ("The squid and the wale", 2005) o "Pequeña Miss Sunshine" ("Little Miss Sunshine", 2006), el film retrata la disfuncionalidad pero sin caer en el cliché. La coralidad de la trama no se narra con historias que se cruzan sino que lo hace a partir de los personajes de una familia que deambulan independientemente el uno del otro, pero que como en toda familia en algún momento se encontrarán.

La no utilización de música incidental para provocar un efectismo es uno de los tantos logros del film. Serán sólo tres momentos claves en los que la música entrará en acción y justificará su aparición en la funcionalidad con el relato.

Desde lo actoral el film encuentra el casting perfecto en la construcción de personajes de los que uno no se siente alejado. Sin perder el humor pero sin caer en el grotesco, cada uno transmite los sentimientos necesarios. Adriana Barraza le pone el tono justo a esa mujer resignada que se contrapone con la desesperación del personaje de Verónica Llinás o la inocencia banal de Eugenia Alonso. Inés Efron le brinda el toque de humor necesario mientras que Nahuel Perez Biscayart acierta con la dosis justa que lo aleja de lo "friky" que lo caracteriza habitualmente.

Cinematográficamente hay que destacar el meticuloso trabajo fotográfico de Julián Ledesma en la creación de los climas que "Cerro Bayo" necesita. Sin caer en la estilización visual logra un naturalismo atípico en este tipo de producciones.

"Cerro Bayo" es una de esas historias que combina el cine de autor que apunta no sólo a una élite privilegiada o un público festivalero. El cine de Victoria Galardi podría compararse con el de Lucrecia Martel pero más abierto, más popular. "Cerro Bayo" es una de las mejores películas que el cine argentino dio en mucho tiempo, gracias al trabajo de una directora que encontró la medida justa para combinar los ingredientes necesarios que hacen a la excelencia. La película argentina del año.

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