Crítica: "Caníbal", digestión pesada

'Caníbal'


Por Jon Apaolaza

Entre la voluntad y la realidad hay muchas etapas no siempre fáciles de superar. Estoy convencido de que Manuel Martín Cuenca puso toda su voluntad y sus ambiciones, pero el resultado de "Caníbal" es frustrante en varios niveles, desde su guión a la puesta en escena, salpicada de toques surrealistas que nada ayudan a creerte a un personaje -el sastre que con sobriedad intenta encarnar (nunca mejor dicho) Antonio de la Torre- de por sí difícil de entender, claramente contradictorio, sin antecedente alguno y frío como la nieve de Sierra Nevada.

Carlos, presunto más prestigioso sastre de Granada (en la película sólo se le ve con un único cliente), es una persona de orden, un profesional respetado y solitario, con nula vida social y volcado a su trabajo, en un taller que se encuentra a cuatro pasos de su casa, un piso nada lujoso en el centro de la ciudad andaluza. Pero, como vemos desde el principio del film de Manuel Martín Cuenca, Carlos tiene un secreto: es un psicópata que mata y come señoritas, a las que previamente ha fileteado y conservado en plástico con virtuosismo de carnicero diplomado. Su dieta se ha hecho rutina, y la cultiva friamente, sin pasión. Hasta que un día el contacto con una persona que sufre y busca a su desaparecida hermana (víctima del sastre) transtorna ese comportamiento y le hace momentáneamente humano.

Hay muchos flancos por los que atacar a "Caníbal". Unos -no tan importantes- podrían tener que ver con su lentitud y ascetismo, pero el problema principal del film español que este viernes llega a las salas comerciales está en un guión paradójicamente muy trabajado, y en la obsesión de su director en despojar al personaje central de pasado y motivaciones. Como cualquier psicópata que se precie, Carlos hasta el final de la película no empatiza con nadie, pero de manera consciente o inconsciente Martín Cuenca consigue que el público sea también incapaz de sentir algo por ese personaje, no ya comprensión, sino ni siquiera rechazo o miedo. El sastre es un tipo tan gris como los trajes que minuciosamente corta de forma mecánica y pautada.

El guionista-director andaluz ha sido el primero en no empatizar con su creación. Claramente contradice desde el minuto uno al personaje, que en la recta final de la historia confiesa que su forma de relacionarse con el prójimo femenino que le atrae es matando y comiéndoselo. Y es que en la primera y larga secuencia de "Caníbal", el sastre "gourmet" vigila a su inminente víctima de tan lejos que es imposible que pueda captar sus rasgos y mucho menos ser seducido por ella. A lo largo del metraje de la cinta se acumulan esos fallos que dañan la credibilidad final de la cinta. No te la crees, no te emociona y no sabes qué quería realmente hacer Martín Cuenca. ¿Cine de autor? Posiblemente, pero demasiado frío y distante. ¿Un "thriller"? Para nada... No hay ritmo, no hay suspense, acción o sustos.

En medio de la cámara frigorífica que es "Caníbal", Antonio de la Torre hace lo que buenamente puede, porque apenas le dan líneas de diálogo ni sentimientos que expresar. Nadie podría lucirse con semejante materia prima. Que un personaje filetee a los demás no le convierte en grande, sobre todo cuando detrás tiene a un guionista incapaz de humanizarlo. Basta con el ejemplo de Hannibal Lecter, pariente aventajado en todos los aspectos, para constatar que ello es posible, que incluso un ser repelente puede generar fascinación además de repugnancia. A su lado, el pobre Carlos es un mediocre funcionario de existencia irrelevante.

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