Crítica: "Ayer no termina nunca"... y la película bastante tarde

'Ayer no termina nunca'
Por Jon Apaolaza

¿Quienes somos cualquiera de nosotros para negarle a alguien el derecho de expresarse, de contar cosas que probablemente le duelen, heridas personales, o que corresponden a un colectivo del que forma parte? En el caso de la película de Isabel Coixet "Ayer no termina nunca" es evidente que ante todo la internacional cineasta catalana ha querido compartir con el resto de la humanidad sentimientos propios, merecedores de todo nuestro respeto, pero que probablemente a muchos, al cabo de un rato, no interesen casi nada, por reiterativos y (perdón) contados sin el menor deseo de enganchar al espectador.

"Ayer no termina nunca", estrenada en la última Berlinale sin despertar ninguna pasión, narra la historia de una pareja que cinco años después de su ruptura se reune por presuntas razones de fuerza relacionadas con el hecho trágico que provocó su ruptura, una circunstancia externa que afectó a ambos pero que cada uno asumió de forma distinta, si no opuesta. Ella lo convoca a él, que huyó para iniciar una nueva vida en el extranjero, parte por la crisis, pero sobre todo para poner tierra por medio, y éste viaja desde Alemania a una España con 7 millones de parados, donde los cementerios se desmontan para crear en su terreno un macrocasino (es ficción que sucede supuestamente en un lustro, pero suena terriblemente real y actual...) y personas como ella malviven en el interior de su propio coche, aparcado en un descampado.

Si se contrata a Javier Cámara y Candela Peña se sabe que hay mucho terreno avanzado, que van a aportar todo su esfuerzo y convertirán en creíbles a sus personajes. Pero si lo que dicen esos personajes, si lo que defienden, se hace obvio al cabo de 25 minutos de película, y el resto es un regodeo en el reproche, la defensa y el dolor, la atención y el interés salen por la ventana, aunque en los cines no las haya.

"Ayer no termina nunca" es una película sobre la desolación, sus casi únicos personajes sufren. El de forma más o menos contenida, ella con rabia, reprochándole a su expareja casi todo. El escenario es un cementerio que no parece un cementerio, sino el aparcamiento subterraneo de una instalación deportiva abandonada, sólo cemento armado. Sabemos que la historia se basa en una obra de teatro de internacional difusión. Ante este tipo de materia prima, hay directores que se esfuerzan en aportar elementos dinamizadores que nos hagan olvidar la claustrofobia de un escenario. No es el caso de Coixet, que si se sale de su gris escenario es para mostrar reflexiones en monólogo de cada uno de sus dos personajes en una cueva, en blanco y negro, en donde aparte de la cuestión cromática la única diferencia es que una piedra es natural y la otra invención humana. Estos incisos lejos de descargar la aridez del intercambio de reproches le dan un toque de pedanteria autoral.

Coixet se ha rascado su propio bolsillo para hacer -prácticamente sin ayudas oficiales o privadas- esta película, que imaginamos por sus características debió ser barata. No es difícil imaginar que estaba exorcizando demonios propios, algo muy posiblemente sano. En ese sentido, enhorabuena, va servida. De ahí a que su película llegue a emocionar, sorprender, atraer, provocar... al resto de los mortales, hay un trecho que me temo pocos van a transitar.

OTRAS INFORMACIONES SOBRE "AYER NO TERMINA NUNCA" en NOTICINE.com:

- Presentación en la Berlinale 2013

- Entrevista con Candela Peña

- Entrevista con Javier Cámara